Arriesga a diario su vida para enseñar en el Triángulo Rojo

Adriana cada día recorre 150 km para que los adolescentes dejen atrás la idea de que su única alternativa es ganar dinero vendiendo huachicol

Arriesga a diario su vida para enseñar en el Triángulo Rojo

Tecamachalco, Pue.- Da impotencia ver que ellos piensan que no tienen opción, que su único camino es el huachicol, cuando todos sabemos que sólo los contratan para hacer el trabajo sucio de los líderes de la zona, a quienes ni el Ejército y menos la Policía Municipal toca, manifestó Adriana, maestra de nivel básico que imparte clases en el centro de Tecamachalco, municipio ubicado en el denominado Triángulo Rojo -por el robo y comercialización de combustibles-.

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Adriana, como pidió se le llamara en esta entrevista para guardar el anonimato por temor a represalias, cada día arriesga su vida para llegar a impartir clases. Ella vive en la capital poblana y recorre diario unos 150 kilómetros sobre dos de los tramos carreteros con mayor número de asaltos: la autopista Puebla-Orizaba y la federal a Tehuacán.

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Cuando llega a la escuela, si tuvo suerte de no ser robada en el trayecto, ingresa al inmueble ubicado a sólo tres cuadros de la presidencia municipal, para impulsar a los estudiantes a seguir adelante.

A veces es muy complicado no perder al ánimo al ver como uno a uno de tus alumnos desaparece. La deserción escolar, estimó, es superior al 40 por ciento en la zona, sin incluir los traslados que solicitan hacia el municipio de Tepeaca, porque los padres consideran que sus hijos están menos inseguros ahí.

Adriana, ha sido testigo de asaltos en la carretera, pero eso no es todo, también escuchó cuando en febrero dos camionetas llegaron llenas de hombres armados a balear la comandancia, justo a la hora de la salida de clases, cuando los niños andaban en el parque.

Cuando balearon la comandancia y esta semana fueron de los peores días, “porque ves las calles con hombres que llevan armas de esas que sólo ves en las películas, no sé de dónde las consiguen, y lo peor es que nadie hace nada.”

Aunque la SEP, especificó, no establece un protocolo cuando hay balaceras en la zona. Los maestros han optado por entregar a los niños y adolescentes a su padres, sí éstos así lo exigen.

Adriana considera que los estudiantes están mejor en las escuelas, porque son de los pocos espacios que están libres de armas y que no han sido tocadas por la delincuencia.

“Cuando las mamás llegan y te exigen sacar a sus hijos porque están asustadas por el ruido de las balas, pues se los tenemos que entregar, siempre que los niños las identifiquen y te firmen una hoja donde se hacen responsables, aunque en general, la verdad es muy feo, la hoja de firma es lo de menos”.

Ante la violencia creciente que enfrentan los ciudadanos en general en el Triángulo Rojo, se le cuestiona sobre los motivos que la llevan todos los días a arriesgar la vida para dar clases.

Sin dudar un segundo, de inmediato responde: “Ellos son los que más nos necesitan, a veces sus padres no los logran convencer de que deben permanecer en la escuela, y lo que busco es que algunos entiendan que tienen al menos una oportunidad si estudian”.

Sin embargo, es lógico que piensen eso porque los empleos son escasos y malos, en lugar de enviar tantos soldados que al final no hacen nada cuando se les necesita, porque la propia población les cierra el paso en las zonas más complicadas, los gobierno deberían de aplicar programas para generar empleo en la zona, de otras manera nadie se salvará, opina Adriana.

Mira, agregó la entrevistada, ahora que cerraron el ducto y se escaseó el huachicol, empezaron la venta del gas LP, luego los asaltos en la calle y a transporte público, lo peor es que ahora ya matan.

Su testimonio es respaldado por las cifras de las últimas semanas. Tan sólo en la última quincena, en la región del Triángulo Rojo, al menos una docena de personas han perdido la vida en diferentes hechos violentos.

No es que los justifique, agregó, pero sus padres intentan salir adelante en labores del campo, sus madres que dicho sea de paso son muy violentadas por el machismo, trabajan en lo que pueden, entonces, los niños y jóvenes constantemente se preguntan si tienen futuro y como no lo ven, optan por el camino fácil, por ir a hacer el trabajo sucio de los líderes de la región, y por eso terminen muertos.

Al final, todos los sabemos, nadie los toca –a los lídres-, porque como te dije, en zonas como Palmarito, los propios habitantes impiden el paso a los militares. Y bueno, de las autoridades municipales mejor ni decir nada, yo creo que cometen muchos errores. Al final, la población queda a la deriva, concluyó Adriana, una mujer de apenas 24 años de edad, que todos los días arriesga su integridad por intentar sumar a la vida de los niños y adolescentes del Triángulo Rojo, olvidados por los diferentes niveles de gobierno.

Adriana, igual que el resto de los maestros en la zona, carece de un seguro especial, aunque en los últimos años, su vocación es una profesión de alto riesgo.

Ilustración archivoe

clh

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