Mantienen oculta balacera del fin de semana en la Sierra Negra
Tlacotepec de Porfirio Díaz, Pue.- La tranquilidad del remoto municipio de Tlacotepec de Porfirio Díaz se vio gravemente alterada el viernes pasado por una balacera, que a decir de los pobladores, habría dejado entre seis y ocho muertos, así como un número importante de heridos y de vehículos decomisados a un grupo de la delincuencia organizada. Lo que ha inquietado es que nadie ha informado de ese enfrentamiento y pareciera que la Policía Ministerial llegó hasta esa comunidad a borrar todo vestigio de dicha matanza.
Lee Renuncian 13 policías en Coxcatlán inconformes por nuevo mandoTlacotepec de Porfirio Díaz es un municipio que se ubica a cinco horas de distancia de Tehuacán y para llegar, es necesario entrar a territorio de Veracruz, cruzar el río Tonto y luego atravesar una extensa área de potreros, que son propiedad de los caciques de la región.
Este asunto llama la atención porque siendo una región incomunicada, muy pobre, de población indígena en su mayoría y alejada por cientos de kilómetros de cualquier instalación de Pemex, todo hace suponer que el enfrentamiento del fin de semana fue entre organizaciones criminales dedicadas al robo de combustible.
Dicho episodio retrata una realidad poco presente en los espacios de opinión pública y es que el combustible robado, no el que es producto de la ordeña de ductos de Pemex –el cual está en declive–, sino por el hurto que se hace de las pipas que trasportan el hidrocarburo, está inundando las comunidades indígenas de la Sierra Negra de Puebla.
Como en esa región de Puebla hay una presencia pobre de militares y policías federales, se ha vuelto una zona de mercado fructífera para huachicoleros, ya que el combustible se comercializa con absoluta impunidad, a plena luz del día y en lugares públicos, al parecer con protección de algunas autoridades.
Solo así se puede entender lo que habría ocurrido el viernes. Cuentan los pobladores de la pequeña comunidad de El Tepeyac, que en ese poblado, como en la cabecera municipal, era frecuente ver una camioneta de modelo reciente tipo Ranger, que era apta para el terreno de esa región. Cada semana estaba dos o tres días por la zona.
El viernes el conductor de esa camioneta habría sido ejecutado, al parecer por un grupo rival.
Dos fuentes consultadas por La Jornada de Oriente indican que, de acuerdo al conteo de los propios pobladores, luego de una intensa y larga balacera entre dos grupos, habrían caído muertos unos seis hombres y que dos quedaron gravemente heridos.
Otros dicen que al final fueron ocho los decesos y que había un número no determinado de lesionados por armas de fuego.
El pánico se inundó de la región, por lo que la gente se alejó de la zona del enfrentamiento.
Nadie sabe quién se llevó los cuerpos. Unos dicen que fueron los propios huachicoleros y otros que los elementos de la Policía Ministerial.
Supuesto personal de la Fiscalía General del Estado de Puebla llegó varias horas después de que acabó la balacera. Habrían hecho presencia para recoger evidencias y con grúas, decomisaron cuatro camionetas –entre ellas la Ranger– y un camión de carga.
Los supuestos policías y peritos no quisieron informar a nadie del saldo de la lucha de dos grupos de delincuentes.
Por indagación de algunos vecinos de Tlacotepec, se supo que nadie del pueblo había intervenido. Nadie reportó desaparecidos o la presencia de un velorio.
Dicen que los presuntos huachicoleros muertos provenían de la comunidad Laguna Chica, del estado de Veracruz y que el enfrentamiento se habría producido con una banda rival de Puebla, de la zona del llamado triángulo rojo.
Más allá de la forma y entre quienes se dio ese hecho de violencia, lo que llama la atención es por qué hay hermetismo sobre lo ocurrido.
Pareciera que alguien quiere que el episodio pase desapercibido para proteger el jugoso y poderoso negocio de la venta de combustible robado en la región indígena de la Sierra Negra, que aparte de estar azotada y dominada por caciques, taladores de bosques y tratantes de personas, ahora tiene un nuevo flagelo: las bandas de huachicoleros.
Con información de Cuitlatlán/La Jornada de Oriente
Ilustración archivoe
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