Vergüenza de la izquierda

No es un gobierno serio, es un gobierno de ocurrencias

Vergüenza de la izquierda

Qué pena que el primer gobierno de izquierda en México haya perdido su oportunidad. Con una democracia sólida que demostró su eficacia con la alternancia presidencial, con un tratado que nos hace socios comerciales de la mayor potencia del mundo y con un crecimiento moderado, tenía todo para conducir al país a una transformación profunda. No lo hizo. Hay muchos muertos y estamos en crisis.

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No lo hizo y no lo hará. No es un gobierno serio, es un gobierno de ocurrencias. “El gobierno no tiene ni idea de qué hacer ante la crisis económica”, dice Carlos Urzúa, exsecretario de Hacienda. Frente a la pandemia estamos igual o peor. La única curva que se aplanó totalmente fue la de la credibilidad del Dr. López-Gatell, político que degradó la ciencia con un altísimo costo de vidas humanas. En seguridad pública no se ve la luz: las masacres se acumulan, la impunidad campea, los militares que están a cargo (Durazo sólo fue una fachada) no tienen las claves para descifrar el problema. El TMEC, al parecer nuestro único motor de desarrollo, está a punto de entrar en conflicto por los incumplimientos de México en materia laboral, donde los norteamericanos advierten que “existen claras evidencias de violaciones laborales en territorio mexicano”.

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No es un gobierno de ocurrencias, dicen, porque todo lo que está haciendo López Obrador lo había anunciado ya en sus programas plasmados en sus libros. Pero nadie ha hecho hasta ahora la comparación entre lo que dice en sus libros y la realidad con la que se enfrentó. Un solo caso: como candidato, López Obrador fue muy claro: retiraría al Ejército de las calles. Ocurrió exactamente lo contrario. Vistió de Guardia Nacional a los militares, cambió las leyes y, contrariando la Constitución, son ellos los que se hacen cargo de la seguridad pública.

¿Qué soluciones ofrece el gobierno frente a la crisis económica, la pandemia sin control y la inseguridad desatada? Hace unos días el presidente se hizo una 'limpia' en Palacio Nacional. Un brujo lo sahumó y con unas ramas lo 'limpió'. Lucía muy digno el presidente ahuyentando a los 'espíritus'. Hasta ahora esta 'limpia' luce como su mejor plan para salir del atolladero.

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Qué pena que la izquierda mexicana desperdiciara de esta forma tan cruel su mejor oportunidad de cambiar las cosas. Era el mejor momento para ayudar a los pobres de México, pero regalar dinero a través de becas electorales no fue la mejor solución. Lo ha dicho con claridad el presidente: no hay que enseñarles a pescar, hay que darles el pescado, como se hace con las mascotas, agrega de una forma insultante. Qué pena para la izquierda mexicana que el primer gobierno que prioriza a los pobres los haya multiplicado como ningún otro. Sólo este año doce millones de personas cruzarán la línea de la pobreza, sumándose a las existentes.

Seguramente para la auténtica izquierda mexicana es vergonzoso que un gobierno de izquierda se haya mostrado desde el primer momento como un enemigo de la prensa libre. No debe resultar sencillo justificar, para alguien que dice creer en la democracia, el espectáculo del presidente señalando a los periodistas buenos y a los malos en una lista. Desde presidencia se promueve el macartismo. ¿Qué sigue? ¿Tribunales públicos para enjuiciar a los periodistas por el delito de criticar al presidente? La pesadilla del control totalitario está creciendo frente a nuestros ojos. ¿No tiene algo que decir frente a esto la izquierda mexicana?

Debe ser difícil ser izquierdista y apoyar a López Obrador. No pueden presumir que el gobierno combate la corrupción porque ahí están Bartlett y Pío López Obrador para desmentirlo. Tampoco pueden presumir que se ha fortalecido el Estado cuando lo que se ha hecho es disminuir al máximo sus capacidades mediante el austericidio y las transferencias directas de dinero. Debe ser difícil alardear como único logro de estos dos años el TMEC, el tratado más neoliberal que pueda pensarse. Debe ser muy complicado para alguien de izquierda reconocer como propio a un gobierno enemigo del medio ambiente (hay que ver solamente las declaraciones recientes del exsecretario Toledo), adversario del feminismo (al que tilda de conservador), con una posición ambigua frente al aborto y la despenalización de las drogas, amigo hasta lo indigno del racista y xenófobo Trump.

Una oportunidad perdida para la izquierda mexicana. Qué lejos de las izquierdas europeas que lograron conjugar libertad de mercado y estado de bienestar. Desde el comienzo se dejó ver qué clase de gobierno se planteaba: uno que no respeta las leyes (porque por encima de ella está la justicia, y sólo el presidente sabe lo que es justo para el pueblo), uno basado en ocurrencias y en el uso de la propaganda. Un gobierno unipersonalista. Supersticioso. Antiliberal. Desdeñoso de la ciencia y de la cultura. Promotor del odioso culto a la personalidad.

Qué vergüenza para la izquierda mexicana haber permitido que su gran impulso terminara en caricatura, en una miserable farsa.

Columna de Fernando García Ramírez

El Financiero

Foto: Archivom

cdch

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