La popularidad de AMLO y la esperanza

Uno de los aspectos que más intrigan a los analistas es cuál es la razón por cual el nivel de aceptación del presidente López Obrador es tan elevado.

La popularidad de AMLO y la esperanza

Uno de los aspectos que más intrigan a los analistas es cuál es la razón por cual el nivel de aceptación del presidente López Obrador es tan elevado.

El 2 de diciembre pasado publiqué un texto titulado: “¿Por qué respalda a AMLO el 64 por ciento?” y algunos lectores me han pedido que abunde respecto al tema.

El agregador de encuestas Oraculus calcula un 61 por ciento de respaldo en diciembre pasado. La más reciente encuesta de El Financiero marcó un 62 por ciento.

Para entender por qué es excepcionalmente alto este nivel hay que tomar en cuenta que el PIB de México cayó en 2020 entre 8.5 y 9 por ciento; que el número de muertos por la pandemia es el cuarto en el mundo a pesar de que en el número de contagios corresponde al número trece; que de acuerdo con las estimaciones oficiales todavía hay cerca de 3 millones de empleos perdidos y de ellos, poco más de 600 mil corresponden al empleo formal; que la inseguridad sigue rampante en muchos estados de la República. En fin, un cuadro que nos haría pensar en que el presidente de la República debía tener su popularidad por los suelos.

Algunas explicaciones señalan que la razón del alto nivel de aprobación presidencial se explica por sus programas clientelares que llegan a los jóvenes, a los adultos mayores, a poblaciones marginadas, etc.

Por favor, no nos engañemos. Los programas clientelares los aprendió con los gobiernos del PRI. Si tales programas dieran automáticamente popularidad, el PRI nunca hubiera perdido la presidencia de la República.

Mientras no entendamos por qué, en medio de las bajas valoraciones a las acciones de gobierno que también revelan las encuestas, AMLO sigue teniendo un respaldo mayoritario, no vamos a entender lo que pasa en el país.

La oposición debiera ser la primera interesada en dilucidarlo.

Sin embargo, no se ha preocupado por hacerlo. Se ha concentrado -y es explicable pero no justificable- en criticar la gestión presidencial, pensando que la gente que ha perdido ingresos y empleo, o que ha visto morir a algunos de sus familiares, va a ponerse en contra de AMLO y que basta con capitalizar el descontento que inevitablemente va a ocurrir.

Como dicen por allí: no entienden nada.

Lo primero que hay que explicar es por qué la gente le dio un triunfo tan arrollador a AMLO en 2018.

Para proponer una explicación, permítame recurrir a datos de la Encuesta Ingreso Gasto de los Hogares (ENIGH), correspondiente al 2018.

El 50 por ciento de los hogares mexicanos obtiene el 21 por ciento del ingreso nacional. En contraste, el 10 por ciento de los que tienen los ingresos más altos tienen el 33 por ciento de ingreso. Y es obvio que la encuesta subestima las diferencias, que en los hechos son mucho más marcadas.

En una votación como la de 2018 o la que viene en 2021, cuentan igual los votos de todos.

No digo que en el pasado no haya existido también una gran inequidad en la distribución del ingreso. La diferencia es que la figura de AMLO logró atraer a amplios sectores del electorado, sobre todo de los grupos de más bajos ingresos (pero no exclusivamente), que vieron en él una opción de reivindicación.

En muchos casos no han aumentado de manera importante sus ingresos en los primeros dos años de gobierno, incluso han perdido. Algunos han recibido apoyos, pero nada sustancialmente diferente a lo que recibían en gobiernos anteriores.

Lo que recibieron fue esperanza.

Y si esperaron mucho tiempo para recibirla, no van a cambiar de opinión en dos años.

La oposición ha construido su discurso con la crítica a la gestión de AMLO, lo que permite que algo así como el 20 por ciento de la población entienda y sobre esa base tome sus decisiones.

Lo que no ha ocurrido en México es que algún partido, organización o personaje genere otra fuente de esperanza a ese 50 por ciento de la población que tiene un ingreso que no le alcanza ni para comer decentemente, según los datos de Coneval.

Andrés Manuel López Obrador sigue siendo el sol en torno al cual gira la política mexicana.

La mayoría de los críticos dedica todos sus esfuerzos a cuestionarlo y desacreditarlo.

Y sus partidarios defienden a la 4T con base en lo que hace y dice todos los días.

Frecuentemente, con la ayuda de sus críticos, AMLO llena todo el espacio de la política nacional y no cabe nadie más.

Él propicia enojo, crítica, desprecio, o bien admiración, respaldo y aplausos, pero no indiferencia.

Mientras nuestra vida política no tenga otros ejes que definan su agenda y que la conversación diaria gire en torno a lo que AMLO dice o hace, él y su partido podrán estar tranquilos.

Columna de Enrique Quintana

El Financiero

Foto: Especial

cdch

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