2021: vivir con el coronavirus

La vacunación, una ridícula burocratización de un proceso que tendría que ser rápido y sencillo

2021: vivir con el coronavirus

Creo que llegó el momento de ser realistas y asumir que la pandemia de covid-19 estará con nosotros durante este año. Todo parece indicar que el problema se resolverá hasta el 2022. Mejor ajustar las expectativas que vivir en una falsa ilusión.

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Para empezar, está el proceso de vacunación. Será lento por la ineptitud característica de este gobierno.

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La realidad es que, hoy por hoy, no hay vacunas. Ni siquiera han podido inocular a todo el personal sanitario. El abastecimiento, primera etapa de la vacunación, ha sido un desastre. Tan es así que el gobierno ha tenido que salir a comprar vacunas donde se pueda: en Rusia, China e India. Han anunciado sendos contratos con varias farmacéuticas, pero el hecho es que sólo han arribado pocas dosis de Pfizer.

Luego vendrá el proceso de distribución por toda la República. El gobierno, en lugar de utilizar la red de vacunación que funcionaba bastante bien en el pasado, usará a sus operadores electorales (los llamados “servidores de la nación”) y las Fuerzas Armadas. Pudieron haberles pedido ayuda a empresas privadas con excelentes redes de distribución como Femsa, Bimbo o PepsiCo, pero no se los permitieron su aversión natural a lo privado y su fe estatista. Igual funciona la logística de distribución gubernamental, igual y no. A juzgar por la primera experiencia del portal en internet que abrieron para que la gente se inscribiera, no hay que esperar muy buenos resultados que digamos.

Después vendrá la aplicación. En lugar de utilizar lugares de vacunación masivos, apoyarse en los centros médicos de todo el país y utilizar la red de farmacias privadas que hay por toda la República, formaron las llamadas Brigadas Correcaminos compuestas por cuatro elementos de las Fuerzas Armadas, un médico, un enfermero, cuatro “servidores de la nación” y dos voluntarios. Doce personas de las cuales sólo dos —médico y enfermero— llevarán a cabo la vacunación. Ridícula burocratización de un proceso que tendría que ser rápido y sencillo. Además, en el caso de varias vacunas, recordemos que se requieren dos aplicaciones después de un periodo de tres semanas entre la primera y la segunda.

Estamos hablando de un enorme esfuerzo en el que el gobierno federal debería apoyarse de todo lo que pueda: gobiernos estatales y municipales, hospitales públicos y privados, farmacias, empresas con ciertas capacidades y negocios dispuestos a inocular en sus instalaciones a sus empleados. Pero a este gobierno, ya sabemos, le gusta centralizar todo. El resultado será una especie de lentitud e ineficacia soviética.

No por nada México sólo ha vacunado, al momento, al 0.5% de su población, mientras que el promedio mundial es de 1.88 por ciento.

Brasil, el otro gran país de América Latina, ha vacunado al 1.8% de su población, más del triple que México. Estados Unidos lleva el 13 por ciento. Y el líder en inoculaciones en todo el mundo es Israel con el 67 por ciento.

Traigo a colación el caso israelí porque es ilustrativo de que, incluso cuando la vacunación se acelera, no se controla la pandemia. Lo que pasó en Israel es que, en la medida en que iban muy bien en la inoculación, la gente se relajó de las medidas de sana distancia y uso de cubrebocas, lo cual incrementó el número de contagios. El gobierno tuvo que decretar un nuevo confinamiento a consecuencia de este fenómeno.

Me imagino que algo similar ocurrirá en México. Cuando una buena parte de la población ya esté vacunada, digamos que entre el 30 y 50%, muchos pensarán que ya salimos del hoyo y esto acabará por producir una nueva ola de contagios y muertes.

Otro problema que ocurrió en Israel, y que los llevó a un nuevo confinamiento en enero, es la aparición de las nuevas mutaciones del coronavirus. Algunas de estas variantes son más contagiosas que la original, por lo que se acelera la tasa de contagio. En este mundo globalizado, y sobre todo en un país como México donde no existen controles sanitarios en las fronteras, es muy previsible que las nuevas cepas del SARS-CoV-2 lleguen pronto a nuestro país.

Créame, lo último que quiero es convertirme en ave de mal agüero, pero todo pinta para que esta pandemia esté con nosotros unos meses más. Mejor ajustar las expectativas y esperar que, para 2022, esta pesadilla se resuelva.

Columna de Leo Zuckermann

Excélsior

Foto: Archivoe

cdch

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