No es ocioso repudiar las tropelías y estupideces del gobierno, a sabiendas de que no tiene ninguna autocrítica ni propósito de enmienda
No es ocioso repudiar las tropelías y estupideces del gobierno, a sabiendas de que no tiene ninguna autocrítica ni propósito de enmienda; y que nuestros reclamos parecieran quedar ahogados por el dinero y la propaganda oficial.
Lee VIDEO Hoy se oficializa cambio de titular en la SEP: AMLOEs deber ciudadano denunciar las perversidades que provengan de cualquier orden de gobierno, cuantimás si proceden de la deshonestidad, incompetencia y locura enquistadas en Palacio Nacional.
Es irrelevante si nuestros reclamos llegan o no a los empoderados; lo importante es que lleguen a los sin poder, a los engañados y aplastados, a los que por un mendrugo pierden su libertad y su voto, a los ilusos y mentalmente limitados.
A ellos debemos convencer sobre la urgencia del cambio verdadero, en el que de una vez por todas queden atrás los gobiernos de pandilla, y manden la ley y las instituciones. No volver al pasado reciente ni regresar al país de hace 100 años. No podemos seguir entregando nuestro futuro a cambio de cazuelas repletas de mensajes envenenados y promesas cínicamente absurdas.
La narrativa oficial —que causa estupor y burlas dentro y fuera de México— se dirige exclusivamente a 50 millones de menesterosos fácilmente manipulados.
Éstos deben despertar.
Si no fueran devastadoras las consecuencias del proceder presidencial, aplaudiríamos su optimismo y su involuntaria comicidad; viviríamos una carcajada interminable en esta farsa que, efectivamente, está “haciendo historia”.
Es fácil manipular a comunidades donde un garrafón de aguardiente decide el intercambio de una hija por dos marranas y cuatro gallinas; es muy sencillo controlar al Poder Legislativo si se cuenta con la “lealtad a ciegas” de una mayoría que, en términos rancheros, el Presidente “la trae como a los puerquitos cuando les suenan el máiz”.
Por eso, cuando ocupamos los primeros lugares de muertos por covid en la Tierra, el Presidente se atreve a calificar a López-Gatell como “el mejor funcionario del mundo”.
Por eso, al encarpetado de una pista de hace 60 años y unas obras de pipiripau les llama “el mejor aeropuerto del mundo”.
Por eso, el que pacificaría al país con su ejemplo, hoy dice que ya no hay masacres en México, pero pide a los migrantes no pasar por Tamaulipas, porque los criminales pueden masacrarlos.
Por eso, luego de no vacunarse (por “rechazar privilegios neoliberales”) es atendido en Palacio Nacional por cinco de “los mejores especialistas”, con todas las medicinas requeridas minuto a minuto (incluida una no autorizada por Cofepris) y jamás con problemas para recargar su tanque de oxígeno.
¡Igualito su tratamiento al de más de 200 mil muertos de covid, y al que se da a miles de niños con cáncer y a millones de derechohabientes de los servicios de salud pública!
¡Mueran los neoliberales y sus privilegios! ¡Viva la honestidad valiente!
Columna de Diego Fernández de Cevallos
Milenio
Foto: Especial
cdch
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