México debería utilizar su fortaleza diplomática para transformar instituciones, en lugar de intentar dinamitarlas. Es una mala idea intentar sustituirla
La geografía nos ubica en América del Norte. Pero México es también parte de América Latina.
Lee ¿Desaparecer a la OEA?Somos socios estratégicos de Estados Unidos y Canadá. Pero seguimos siendo vistos como uno de los líderes de la política latinoamericana. México es un país de pertenencias múltiples. Si el gobierno de la 4T quisiera, podríamos jugar un papel de gran relevancia en el entorno del hemisferio occidental. Debería utilizar su fortaleza diplomática para transformar instituciones, en lugar de intentar dinamitarlas.
El regionalismo es un elemento clave del sistema internacional. Las organizaciones internacionales regionales desempeñan un papel importante para preservar la seguridad. También pueden ayudar a solucionar problemas asociados con la fragilidad estatal y la violencia perpetrada por actores no estatales. Y de eso tenemos muchos casos en América Latina.
La Organización de Estados Americanos (OEA) importa
Ha jugado un papel importante en materia de diplomacia preventiva. Ha establecido canales de comunicación entre naciones. Ha construido instituciones. Cuando terminó la Guerra Fría, el debate sobre las organizaciones regionales adquirió una nueva relevancia en el contexto internacional.
Aunque América Latina no ha sido estratégicamente central en el debate sobre política internacional en los últimos veinte años, la OEA sí importa para México. Cumple un papel importante en la garantía de estabilidad, paz y seguridad. Previene y resuelve conflictos. Atiende crisis de derechos humanos, asistencia humanitaria, desarrollo y creación de instituciones para la gestión de conflictos.
La OEA es la organización regional más antigua del mundo y ha existido de manera continua desde 1948.
Ha sabido abordar causas socioeconómicas, derechos humanos y gobernanza, pero también acciones más inmediatas para evitar que las disputas existentes se conviertan en conflictos violentos.
La creación de zonas desmilitarizadas, el despliegue preventivo, las misiones de observación, los enviados especiales, las misiones de investigación, los mecanismos de fomento de la confianza y el control de armamentos forman parte de los instrumentos que la OEA ha utilizado.
¿Cuántas veces no se ha vivido en nuestra región una situación de paz inestable, donde la tensión y la sospecha entre las partes son altas, aunque la violencia esté ausente?
Pues ahí es dónde se debe aplicar la diplomacia preventiva. Cuando las guerras estallan, la OEA se ha dado a la tarea de la gestión de la crisis. El artículo 2 de la Carta de la OEA establece que “garantizar la paz y la seguridad del continente” es uno de los mandatos de la organización.
Sin embargo, en términos de la definición clásica de seguridad colectiva, como un disuasivo multilateral de la agresión, la OEA no es eficaz, ya que no ha desarrollado mecanismos para el uso colectivo de la fuerza. Si bien existen mecanismos de control de armas, medidas de fomento de la confianza, acuerdos de no agresión, la OEA no involucra el despliegue de fuerzas. La capacidad de la OEA para generar canales de comunicación a través de la mediación y el fortalecimiento institucional es su mayor aporte.
Aquí entra otro elemento de cultura latinoamericana, que es el mal uso del concepto de soberanía. A partir de la década de los noventa, tras el establecimiento del vínculo entre democracia y seguridad, las cosas cambiaron. Se permite, cuando es imprescindible, una injerencia multilateral más activa en los asuntos políticos internos.
La OEA también se destaca por la asistencia técnica brindada a países donde el aparato estatal o las instituciones para la resolución de conflictos aún son frágiles: recopilación de información, asistencia electoral y otros asuntos relacionados con las instituciones políticas y judiciales. Esta asistencia favorece la aceptación de normas y acuerdos internacionales.
La “no intervención” es un principio arraigado en la cultura política latinoamericana, está consagrado en varios documentos legales. Algunos líderes de países de América Latina asumen que un orden internacional legalista protegería la región del intervencionismo de Estados Unidos. Esto ha obstaculizado el desarrollo de un sistema de seguridad más robusto en el continente.
Algunos líderes perciben a la OEA como una herramienta de los intereses estadounidenses. Por eso acuden a los instrumentos legales porque los consideran una protección contra la abrumadora disparidad de poder en la región. Cuando Estados Unidos dice que se reserva el derecho a la acción unilateral, obstaculiza el avance hacia instituciones multilaterales más fuertes. Hoy existe el temor de algunos líderes que el “intervencionismo” pueda extenderse a otras esferas como la democracia, los derechos humanos y el medio ambiente.
La OEA ha asumido nuevas responsabilidades, en particular para evitar que las disputas domésticas se conviertan en violencia, y se ha cuestionado el principio de no intervención. Por eso ahora el Presidente de México propone sustituirla.
Es bastante obvio que en términos de distribución del poder en la región, el desequilibrio entre los Estados Unidos y otros estados miembros de la OEA es la característica más llamativa. La OEA sigue siendo una organización dividida en dos grupos de países: Estados Unidos y Canadá, que están en el centro del proceso de toma de decisiones en los foros internacionales más importantes, y América Latina, que se ha automarginado en la era posterior a la Guerra Fría.
Las prioridades de seguridad de Estados Unidos en la región son la cooperación en operaciones de inteligencia, actividades antiterroristas, lucha contra el narcotráfico y no proliferación. Las prioridades de los estados latinoamericanos están asociadas con problemas sociales y económicos.
En este contexto, sus perspectivas sobre la OEA difieren. Por eso AMLO hace propuestas para desaparecerla. Estados Unidos ha visto a la organización como un instrumento para ganar apoyo y legitimidad para sus políticas. Los países latinoamericanos la ven como una forma de prevenir la intervención unilateral de Estados Unidos en asuntos regionales y fomentar la cooperación que conducirá a un mayor desarrollo y estabilidad.
Esto ha paralizado a la OEA. Y los actores más importantes de la región se niegan a desempeñar un papel de liderazgo en la organización. En lugar de eso, quieren desaparecerla y sustituirla por algo que no funcionaría. Parecería un conflicto entre Estados Unidos, Brasil, Argentina, México y Venezuela que no permite la universalización de una agenda común que pueda tener un impacto efectivo.
También debe mencionarse la situación financiera de la organización. La relativa escasez de recursos limita el alcance y la eficacia de los proyectos en marcha. La OEA depende de contribuciones específicas de donantes externos para financiar muchas de sus tareas básicas, tales como observaciones electorales, protección de los derechos humanos y esfuerzos para combatir el terrorismo. corrupción y drogas ilegales.
La OEA es un espacio social para la negociación y la producción de normas legítimas. En este momento en que las tensiones sociales son altas y muchos estados son frágiles en América Latina, lo peor que puede ocurrir es que algunos líderes intenten eliminar una organización que puede ser más efectiva, sí se le transforma adecuadamente.
Los retos están ahí: el crimen transnacional no sólo es intenso y generalizado sino que penetra en la mayoría de los aparatos estatales de los países del continente. Las tensiones crecen en varias fronteras debido a la migración y la presencia de refugiados. Cuando uno observa el mapa de los países de América Latina, aún existen disputas territoriales.
La OEA sigue siendo una institución importante para la gestión de la seguridad y la cooperación en el hemisferio occidental. Se le puede transformar y fortalecer. Es una mala idea intentar sustituirla.
Columna de Javier Treviño
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