El culebrón de Messi terminó con su salida de su club de toda la vida, oportunamente aderezada de lágrimas y pucheros
El culebrón de Messi terminó con su salida de su club de toda la vida, oportunamente aderezada de lágrimas y pucheros. Y, pues sí, allí, en la Barcelona independentista, creció el muchacho y allí mismo dejó de ser el chaval introvertido al que no le salían casi palabras de la boca para transformarse en un futbolista capaz de expresar ideas propias y de entablar conversaciones medianamente intensas con los inquisitivos interrogadores de la prensa deportiva.
Lee Messi jugará con el PSG hasta 2023 con el número 30No le duró demasiado la melancolía al extraordinario futbolista porque a las pocas horas exhibía ya un ánimo celebratorio al ser presentado como jugador del Paris-San Germain Football Club, un traspaso que se pudo realizar gracias a la avasalladora potencia económica de Tamim Ben Hamad Al Thani, el emir qatarí que, a punta de billetes, ha reclutado a la más formidable plantilla de futbolistas de todo el planeta.
En su momento, a los jugadores del Real Madrid les fue endosado el mote de “galácticos” por pertenecer a la élite del balompié mundial –ahí estaban Ronaldo, David Beckham, Zinedine Zidane y Luis Figo– pero para bautizar a los de ahora tendríamos que acuñar un término de mayor contundencia todavía (se aceptan sugerencias y propuestas).
Aquel grupo había costado 200 millones de euros, una suma que parecía tan descomunal como injustificable desde el punto de vista meramente empresarial pero, miren ustedes, Florentino Pérez, el artífice de las adquisiciones, se las apañó, en su condición de presidente de los Merengues luego de haber desbancado a Lorenzo Sanz, para trasmutar en jugosas ganancias ese desembolso inicial.
Ahora bien, ¿cuánto ha gastado el señor emir de Qatar para colocar al PSG en la cúspide del fútbol galáctico? Pues, más de mil millones de euros en los últimos años. El simple fichaje de Neymar costó 222 millones. Cifras que significan una auténtica condena para los clubes (relativamente) modestos en tanto que los colocan en una situación de irremediable desventaja y, en lo que toca al mero desembolso de tamañas cantidades, un escandaloso derroche de plata para lograr, como fin último, que un equipo francés de poca prosapia futbolística termine por conquistar la Champions League. Que con su pan se lo coman, podríamos decir, quienes no nos sentimos particularmente ofendidos luego de constatar, una vez más, el supremo poder que tiene el dinero.
El PSG está absolutamente obligado a conquistar el gran trofeo para que se pueda, justamente, validar pública y notoriamente esta virtuosa relación entre el capital y los éxitos terrenales.
Pero, ocurre que el fútbol no es una ciencia exacta, ni mucho menos. Si los parisinos no se llevan ‘La Orejona’, entonces podremos consolarnos, a manera de desquite, con el hecho de que hay cosas, a estas alturas (y todavía), que el dinero no puede comprar. Será un gran día para el balompié. Otro más, en una historia llena de desenlaces inesperados y gloriosas sorpresas.
Columna de Román Revueltas Retes
Milenio
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cdch
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