La popularidad de López Obrador

Tengo frente a mí la gráfica de la encuesta de encuestas sobre la aprobación presidencial que elabora el sitio oraculus.mx

La popularidad de López Obrador

En ella se observa la solidez de la popularidad de López Obrador. Lleva 17 meses seguidos manteniendo la misma aprobación. De marzo de 2020 a agosto de 2021, alrededor de 60% de los mexicanos aprueba la manera de gobernar del tabasqueño.

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Es un número muy respetable tomando en cuenta todo lo que ha pasado estos 17 meses que coinciden con el comienzo de la pandemia de covid-19. Más de medio millón de mexicanos han perecido por una epidemia pésimamente manejada por este gobierno, según los expertos en salud pública. Transitamos por la peor crisis económica desde la Gran Depresión de los años treinta del siglo pasado. Millones de personas pasaron a la pobreza o, peor aún, a la pobreza extrema. El gobierno no pudo controlar la terrible situación de la inseguridad pública. Los funcionarios corruptos del pasado siguen campantes gozando de una grosera impunidad. En suma, a mi juicio, muy malos resultados de un mandatario que prometió mucho, pero ha entregado poco.

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Y, sin embargo, la mayoría de los ciudadanos ha mantenido su aprobación al Presidente. ¿Por qué?

Creo que estamos observando un apoyo a su persona, no a su gobierno. Me explico.

En las encuestas, cuando se le pide a la gente que evalúe la manera como el Presidente está tratando asuntos específicos, ahí sí la opinión negativa supera a la positiva en los temas más relevantes para la opinión pública.

En la encuesta de Reforma publicada ayer, al Presidente le va bien cuando se trata de evaluar asuntos sociales como los programas de transferencias en efectivo a los más pobres, la educación, incluso la salud. Sin embargo, 41% piensa que lo está haciendo mal en combate a la corrupción versus 36% que lo percibe bien. 40% opina mal en economía contra 34% que bien. En seguridad: 45% mal, 33% bien. Y combate al crimen organizado: 52% versus 24%.

Son números donde impera una evaluación negativa. ¿Por qué, entonces, a pesar de los malos números en la gestión gubernamental en los temas más importantes, se mantiene la popularidad presidencial en niveles altos?

Las encuestas publicadas estos días no ofrecen datos para dar una conclusión definitiva. Me atrevo a conjeturar, sin embargo, que tiene que ver con el genio comunicativo de AMLO.

El Presidente está en campaña todos los días. Posee una enorme capacidad para conectar con la gente. Una gran parte de los mexicanos lo siente cercano y se identifica con él. Sus conferencias diarias, donde constantemente reitera que gobierna para los más desprotegidos, junto con su estilo austero y lenguaje llano, lo hace un político diferente, con buenas intenciones y que se preocupa por los de abajo. A lo mejor no da buenos resultados, pero le cae bien a la mayoría de la ciudadanía.

Al Presidente le importa mucho su popularidad. Por eso quiere organizar el año que entra el ejercicio de revocación de mandato. Las encuestas demuestran que, de hacerse hoy esta consulta, la mayoría de los mexicanos votaría porque permaneciera el presidente López Obrador en el cargo. En este sentido, no se necesitan gastar cientos de millones de pesos para confirmar la popularidad presidencial. Sale más barato hacer encuestas y consultarlas en oraculus.mx.

El lunes decía en este espacio que está comenzando la segunda mitad del sexenio, la menguante, donde todos los presidentes inexorablemente van perdiendo el poder, al punto que llega el día que entregan la banda presidencial para ponérsela a su sucesor. López Obrador lo entiende y por eso está moviendo sus fichas en el Ejecutivo para enfrentar esta nueva realidad, entre otras cosas una relación que será más complicada con el Legislativo.

En este sentido, mientras su poder va menguando, le ayuda mucho mantener su popularidad. Lo peor sería entrar a la segunda mitad del sexenio con tasas de aprobación a la baja. Es lo que le ocurrió a Peña Nieto el sexenio pasado. Y así le fue. Como dice López Obrador, se convirtió en el payaso de las cachetadas. Hasta tuvo que entregarle el poder de manera informal al Presidente electo después de las elecciones de julio de 2018.

No creo que esto mismo le pase a AMLO. Él seguirá en campaña permanente todos los días, apuntalando su discurso, ganándose el apoyo de la ciudadanía. Es, quizá, lo que mejor hace.

Imagínese usted dónde estaría su popularidad si no sólo fuera un gran político en campaña, sino también un eficaz gobernante.

Columna de Leo Zukermann

Excélsior

Foto ArchivoM

vab

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