Lo más probable es que tengamos incertidumbre y nerviosismo mientras el gobierno chino no defina un curso de acción para evitar una crisis.
Los mercados tienden a ser muy emocionales. Es decir, en muchas circunstancias no responden ante hechos objetivos, sino que las decisiones de comprar y vender derivan fundamentalmente de los sentimientos de los inversionistas.
Lee ¿Dos siglos y no arreglamos las cosas?Hoy estamos ante un caso de ese tipo que elevó el tipo de cambio a 20.19 pesos por dólar y tiró a las bolsas de casi todo el mundo.
Ayer sonaron las alarmas en casi todo el mundo financiero. Esas que suenan cuando hay la creencia de que se avecina un movimiento telúrico. En este caso, la premonición proviene de la crisis de una de las empresas inmobiliarias más grandes de China: Evergrande.
Se trata de una empresa relativamente joven pero gigante. Fue fundada en 1996 por Xu Jianyin, en Guangzhou. Las cifras más recientes hablan de que ocupa 200 mil empleados directos y da trabajo indirecto a 3.8 millones de personas. Eso da idea de la magnitud que tiene.
La empresa es dueña del equipo de futbol de la ciudad y está construyendo el que sería el estadio de futbol más grande del mundo, que tendrá una forma de flor de loto.
Su crecimiento se parece al de muchas empresas inmobiliarias de occidente. Se fue expandiendo en territorio chino y ahora cuenta con mil 300 proyectos en 280 ciudades y se calcula que ha vendido propiedades a 12 millones de personas.
En esa expansión que parecía no tener freno, la empresa se endeudó y sus pasivos llegan a 300 mil millones de dólares.
Desde agosto del año pasado, Evergrande empezó a padecer pues el gobierno chino empezó a tomar medidas para evitar el excesivo endeudamiento del sector inmobiliario, que se encontraba en riesgo tras el freno económico producido por la pandemia.
Como en otros casos en los que han reventado empresas inmobiliarias, en el pasado existía la percepción de que habría un crecimiento ininterrumpido que permitiría pagar la espiral de deudas.
Cuando éste se interrumpió, empezaron a surgir las dudas respecto a la viabilidad de la empresa dado el tamaño de sus deudas.
Y, como pasa siempre en este tipo de crisis, los problemas se acentuaron cuando hace algunos días la empresa señaló el riesgo de que no pudiera pagar este jueves un cupón de 83.5 millones de dólares de un bono con vencimiento en 2022.
La cifra puede parecer ridículamente baja para producir una crisis. Y, en efecto, lo es. El gran tema es la confianza. Si ésta desaparece, podría haber una corrida en contra de los activos de Evergrande y de muchas empresas inmobiliarias chinas.
Y, esa corrida podría golpear al sistema bancario chino.
Se junta con esta incertidumbre un extraño silencio del gobierno chino que ha dejado a los inversionistas sin saber cómo reaccionarán las autoridades de ese país.
Hay quien ha comparado este momento con la crisis de Lehman Brothers, que se produjo en septiembre del 2008 y también hay quien augura una nueva crisis financiera mundial.
Exageran. La crisis de hace 13 años requirió, además, el empaquetamiento generalizado y fraudulento de los bonos basura y no solo una crisis inmobiliaria.
Pero tampoco están en lo cierto quienes piensan que es un evento que no tendrá consecuencias.
Ni en China las deudas pueden crecer al infinito sin que se presenten riesgos de incumplimiento.
Lo más probable es que tengamos incertidumbre y nerviosismo mientras el gobierno chino no defina un curso de acción para evitar una crisis.
Y, si ésta se presentara, creo que será un descalabro para la economía y las finanzas de China y tendrá algunos impactos en las finanzas internacionales, pero no va a desatar una situación como la de 2008.
Con este telón de fondo, sin embargo, la reunión del Comité de Mercado Abierto de la Reserva Federal de Estados Unidos que hoy comienza también va a estresar a los mercados y requerirá de una declaración clara y convincente para volver a traer la calma.
Columna de Enrique Quintana en El Financiero
Foto: NY Times
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