Ante los ataques que de López Obrador realizó contra la UNAM, la universidad respondió con un comunicado asegurando que ha sido siempre respetuosa de las distintas ideologías
Ante los ataques que el presidente Andrés Manuel López Obrador realizó contra la UNAM, la universidad respondió con un comunicado asegurando que ha sido siempre respetuosa de las distintas ideologías, corrientes del pensamiento, posiciones políticas y opiniones expresadas por integrantes de su comunidad, de sus egresados o por cualquier otra persona.
Lee Así amanece el dólar este 24 de octubreEl pronunciamiento de la máxima casa de estudios fue políticamente correcto, como ameritan las buenas formas, la inteligencia y prudencia. Aunque seguramente lo que quisieron haber dicho fue: “Señor Presidente, no juzgue a una institución reconocida a nivel mundial por sus propios rencores ni prejuicios. La universidad no tuvo la culpa que usted tardara 15 años en titularse de la carrera de Ciencias Políticas, eso sólo demuestra la paciencia y nobleza de la UNAM. Tampoco la responsabilice de las decisiones que han tomado algunos de sus egresados. Manuel Bartlett Díaz estudió Derecho, pero se ha ido por el camino chueco a pesar nuestro. Que la jefa de Gobierno critique a su alma mater para quedar bien con usted, que quede claro, no lo aprendió aquí. Aquí enseñamos valores, no adulación”.
Pero eso no lo pueden dejar por escrito, aunque lo piensen. Las personas, instituciones, empresas, cámaras, organizaciones sociales y medios que son atacados con saña, dolo, rencor y con más mentira que verdad por el Ejecutivo en las mañaneras tienen distintas maneras de responder a los ataques, pero definitivamente nunca lo hacen con la misma dureza que el tabasqueño.
Es una batalla dispareja y desfavorable. Mientras López Obrador tiene los medios al alcance de la Presidencia para realizar sus embestidas: la mañanera, las redes sociales, los medios y sus representantes aliados, las granjas de bots que se activan con la instrucción de comunicación social para atacar a los detractores, así como las instituciones fiscales y judiciales como la UIF, el SAT y la FGR; los de enfrente, si acaso, pueden recurrir a comunicados, conferencias de prensa y redes sociales.
Por eso las respuestas de los atacados suelen ser tímidas, prudentes o de plano inexistentes. Muchas veces lo hacen por respeto, porque no pueden rebajarse ni insultar de la misma manera porque no son iguales y en alguien debe caber la inteligencia. En otras, aunque se saben inocentes e injustamente atacados, los aludidos no quieren responder porque no saben de qué tamaño será la venganza, si se quedará en un reportaje en algún medio oficial, en una auditoría del SAT o en un día de rabia de los bots.
Los inocentes que guardan silencio confían en que la gente tarde o temprano se dará cuenta que el Presidente miente, que se aprovecha de su ignorancia, que le gusta decir medias verdades. No se dan cuenta que les está ganando la partida y que la repetición constante de la falsedad sin respuesta se va creando una percepción en su contra que será cada vez más difícil de revertir.
En otros casos, emiten tímidas declaraciones como: “Al Presidente no le han informado bien” o “estamos seguros que en cuanto tenga toda la información tendrá otro punto de vista”, lo cual en el fondo saben que no es cierto y que cada palabra del mandatario está perfectamente planeada para tener un efecto político y moral.
El Presidente mete a todos en la misma canasta, a aquellos que saquearon al país, los que corrompieron, pero también a las empresas que dan empleo, a quienes invierten, a las organizaciones sociales, a medios, a instituciones académicas, científicos. Esa estrategia de emparejarlos utiliza al silencio de las instituciones como cómplice. Por eso siempre debe haber una respuesta asertiva o la aplanadora tabasqueña seguirá cobrando víctimas.
Columna de Vianey Esquinca
Foto: Archivom
cdch
Visitas: 657