La reforma eléctrica se va hasta septiembre...

La reforma eléctrica se va hasta septiembre...

La popularidad presidencial obnubila igual a sus incondicionales y aliados que a la oposición más reactiva, anímicamente enganchada a las declaraciones mañaneras.

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De ahí que, cuando el presidente López Obrador presentó la reforma eléctrica, muchos dieron por descontado el apoyo del PVEM, que la dirigencia del PRI podría negociar en paquete sus votos legislativos y hasta que la fallida FGR iba a soltar una decena de órdenes de aprehensión para acalambrar a los rejegos opositores.

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En la comparecencia del director de la CFE, Manuel Bartlett, quedó manifiesta la dificultad para conseguir los 57 diputados que requiere un cambio constitucional y hasta para convencer al PVEM.

Porque con 201 votos de Morena y 33 del PT ni siquiera se tiene la mayoría simple en la aduana fácil del Congreso. Porque las cuentas en el Senado son numérica y políticamente adversas, incluyendo los obstáculos que el presidenciable Ricardo Monreal, jefe de los morenistas, pone a las pulsiones avasalladoras de la 4T.

Los diputados verdes insistieron en su “ni un paso atrás en las energías limpias porque es parte de nuestra esencia”. Y los del PRI adelantaron que no acompañarían la desaparición de los órganos reguladores, punto nodal de la propuesta presidencial, sumándose así al rechazo del PAN, PRD y Movimiento Ciudadano.

Sin embargo, en la intimidad de la bancada, el jefe de la diputación priista, Rubén Moreira, había cultivado la inquietud de darse la oportunidad de revisar si existían o no los atracos empresariales denunciados por el presidente López Obrador.

Pero en lugar de hacer política y atender el pedazo de país que representan los 43 votos del PVEM y los 71 del PRI, construyendo una iniciativa acorde al debate internacional del derecho a respirar un aire de calidad, ése que ya la Suprema Corte de Justicia avaló, Morena se durmió en los laureles de la advertencia matutina: la reforma o el caos.

Convencer a los priistas habría sido suficiente para concretar el deseo presidencial de mostrarle a Joe Biden que a la 4T se le respeta porque cuenta con el respaldo popular y legislativo necesarios para desafiar a los inversionistas, al T-MEC y a todas las cumbres de medio ambiente.

Pero ajenos a la comprensión de las inescapables veleidades del segundo tramo sexenal y al hecho de que la popularidad presidencial —así sea de 70 por ciento— no se traduce en esa misma proporción en el Congreso, la dirigencia y la bancada de Morena tomaron el camino de “somos los buenos contra los malos”. El coordinador en San Lázaro, el diputado Ignacio Mier, hizo este miércoles confusas declaraciones sobre abrir un diálogo con empresarios para convencerlos de la verdad transformadora. Frente a él, el jefe de los representantes del PVEM, Carlos Puente, se negaba a expresar su respaldo a la reforma eléctrica.

De chiste: Morena anunciaba que quiere sumar a los empresarios cuando, en los hechos ni siquiera esos aliados se asumen como tales.

Pero el entierro del milagro guadalupano, la aprobación de la reforma en la Cámara de Diputados el próximo 12 de diciembre, comenzó con la advertencia de Mario Delgado, dirigente de Morena, de que saldrán a las calles para mostrar músculo y forzar los votos que aún no se tienen.

El diputado Rubén Moreira entendió la nueva estrategia y dijo a sus diputados que, bajo ninguna circunstancia, el PRI convalidará el uso electoral del asunto eléctrico. “México no se merece ese chantaje”, evaluó el coordinador de la bancada.

Y como si las declaraciones del embajador de Estados Unidos, Ken Salazar, sobre la preocupación que tienen por la apuesta presidencial no fueran suficiente evidencia de los límites que la realidad le imponen, el presidente de Morena continuó en su ruta de celebrar la muerte de la oposición, con la promesa de “borrar al PRI del mapa” en el relevo de las seis gubernaturas que habrán de definirse en 2022.

Fue el clavo del ataúd de la reforma eléctrica. Así lo comentó el coordinador de los diputados priistas a quienes ayer quisieron escucharlo en el atento aviso de que en Palacio pueden irse olvidando de los votos que harían viable la ilusión navideña transformadora.

Mario Delgado no sabe ayudarle al presidente López Obrador. Y si no estaba enterado, al PRI se le respeta”, compartió un molesto Moreira, quien este viernes comunicó a su bancada que se olviden del debate eléctrico.

El exgobernador de Coahuila y presidente de la Junta de Coordinación Política (Jucopo), brazo legislativo del dirigente nacional priista, el también diputado Alejandro Moreno, abandonó ayer San Lázaro con la nueva instrucción: olvídense de la reforma…

¿Para siempre? No. Moreira dejó abierta la posibilidad de retomar el tema en septiembre de 2022.

Pero, por lo pronto, sus diputados van a darle gusto a Mario Delgado: se borrarán de su mapa legislativo.

Y confirmarán la lección: la popularidad no es la vida... Es tan sólo vanidad.

Columna Retrovisor de Ivonne Melgar en Excelsior

Fotografía archivom

clh

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