Sin importar quién firme la obra, lo que nos debe interesar es que sea por el bienestar y el desarrollo de nuestro país, lo demás es pura grilla… y barata
Hagamos un viaje en el tiempo, vayamos al momento en que Andrés Manuel López Obrador (AMLO) era el Jefe de Gobierno del Distrito Federal (2000-2006). Espero que ustedes recuerden el documental que se hizo acerca de las obras de lo que se bautizó como “segundos pisos”, ¿se acuerdan de la polémica que suscitó el anunció de su construcción? En todas partes se hablaba exclusivamente de este tema, algunos criticando y calificando la obra de verdadera estupidez, y otros más apoyando el proyecto, que en el año 2002 aún no iniciaba.
Lee Focos rojos en la economía“En el hoyo” (2006) es el documental hecho por el cineasta Juan Carlos Rulfo -hijo del escritor mexicano Juan Rulfo-, que narra historias de los trabajadores de la construcción que hicieron los “segundos pisos de AMLO”; con una duración de 84 minutos, nos regala una ventana a diferentes rostros que cuentan su historia, día a día, mientras van levantando la “faraónica” construcción, epíteto con el que desde ese tiempo bautizaron la obra de los segundos pisos.
Además de ser un documental multipremiado en festivales de cine tanto México como en el extranjero, es un claro homenaje a los personajes anónimos que estuvieron detrás de las grandes obras que hoy son parte inconfundible del paisaje urbano de este espacio que tres lustros después llamamos CDMX.
El documental tuvo una clara finalidad: erradicar la falsa narrativa que entonces se había impuesto. En esta ciudad de grillos, una parte de la población siguió atenta los argumentos de diversos “especialistas” que alegaron que era un craso error construir “segundos pisos”; dijeron que nadie los iba a usar, que se iban a caer en el primer temblor, que los vecinos afectados por la obra verían la inevitable e inmediata depreciación de sus propiedades.
Quince años después podemos ver que todos los argumentos que se usaron en contra de la obra que realizó el Jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador, fueron una total falacia.
La estridencia que envolvió la obra fue inusitada, y es que también fue la primera vez que a los capitalinos se les preguntó su opinión. La crispación entre la población fue tal que desde el comienzo de las obras, hasta su inauguración. Los discursos incendiarios eran de este tipo: “López Obrador NUNCA ofreció en su campaña por la Jefatura de GDF construir un segundo piso para el Periférico”… “Las consultas telefónicas que arma para ‘pedirle la opinión a la ciudadanía son pequeñas encuestas en donde votan 500 mil personas por algo que le impactará a los 22 millones que vivimos en la zona metropolitana”… otra más “Las obras del Periférico duraron 2 años entre el Distribuidor Vial de San Antonio y el denominado «Segundo Piso» del Periférico, muchos capitalinos evitamos toda esa zona para no caer en un hoyo negro vial que succionara nuestros cuerpos y almas por hora y media, mínimo”
Frases recopiladas del blog personal de SalvadorLeal.com, quien escribe una entrada que lleva por título “Advertencia a nuestros amigos de provincia”. Por supuesto hay muchas más opiniones, pero estas me sirven de ejemplo y contexto. Y es que podemos comparar lo que se dijo y escribió, con lo que ahora se dice y escribe tanto en columnas, reportajes, redes sociales sobre el Aeropuerto Internacional “Felipe Ángeles”.
Y “curiosamente” la campaña en contra del tramo de construcción del párrafo anterior es la sección que hoy más tránsito tiene del segundo piso, y que más beneficiados genera porque es el único tramo gratuito.
Los gobiernos capitalinos subsecuentes continuaron con la ampliación de la obra. Tanto Marcelo Ebrard como Miguel Ángel Mancera, abriendo la puerta a la inversión privada, para poder hacerlos; dejaron la administración de estos a los españoles de OHL en su tramo norte, “Autopista Urbana Norte”, que corre de San Antonio a la zona de Conscripto y la “Autopista Urbana Sur”, administrada por ICA y Carso, que transita de San Jerónimo a Vaqueritos, en su tramo sur.
Por supuesto que el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles no está exento de toda polémica; al igual que años atrás, todos los días escriben columnas sobre la “obra faraónica” que representa esa terminal aeroportuaria. No se tiene que leer entre líneas para saber que desean profundamente que fracase y se vuelva un “mamut blanco”, en referencia a que en la zona está el Museo del Mamut.
Los mismos que un día sí, y otro también, se rasgan las vestiduras asegurando que la saturación del AICM es “artificial”, solamente para obligar a las aerolíneas y usuarios a utilizar las nuevas instalaciones en Santa Lucía. Lo he venido exponiendo, explicando y sustentando: la saturación tiene más de 20 años en el aeropuerto y me parece de lo más lógico y natural que el Gobierno Federal impulse -no obligar- el uso de la nueva terminal. Si no, ¿para qué se construyó?, pues para usarlo, aunque resulte pueril y obvia la respuesta.
Hace 15 años algunas voces argumentaron de manera fehaciente el fracaso del segundo piso; hoy existen otras que hacen lo mismo con el AIFA. Sólo el tiempo nos dirá si fue un acierto o no. La respuesta no será contundente sino hasta dentro de algunos años, cuando el AIFA haya sido probado a cabalidad y en diferentes circunstancias.
Le hago una pregunta seria al usuario que profiere denuestos contra el nuevo aeropuerto: ¿por qué le molesta tanto el AIFA, si usted es los que ha declarado que jamás pondrá un pie en dicho “aeródromo”? Mi curiosidad no es gratuita; sucede que recuerdo bien a muchos que hace algunos años juraron que jamás circularían por el segundo piso, y hoy hasta TAG tienen.
Una segunda pregunta: ¿ha expresado usted su enojo por las vías de acceso al AIFA y las tarifas de Uber y Didi, y lo caro que serán? Reitero, no debe preocuparle el tema, sobre todo porque no va a poner un pie en Santa Lucía, y mucho menos le tomará más de dos horas llegar al “Mordor de Zumpango”, Estado de México.
Yo pertenezco a un grupo poblacional que nunca se ha quejado por los precios altísimos de bolsas y/o zapatos de Prada, Chanel, Louis Vuitton, Bottega Veneta o Hermès… Y la razón es simple y ramplona: nunca he comprado productos de esas marcas, ni pretendo hacerlo.
Apostar al fracaso del AIFA solamente como parte de un golpeteo político, me parece ruin y detestable, porque el encono desdibuja la existencia de la industria aeronáutica, opacada por una bizantina discusión. Lo he dicho, tenemos que esperar el reacomodo de todo el espacio aéreo; los reajustes que se irán dando poco a poco, y no podemos pensar que solo los ricos viajan, hay mercado para todos, y prueba de ello son las bajo costeras.
¿Es el AIFA una obra faraónica? No lo creo, porque ni es excesivamente lujoso, y no exigió demasiado esfuerzo, especialmente económico, sino todo lo contrario a lo que sabemos se tenía planeado para el NAIM, el aeropuerto cancelado. Sin importar quién firme la obra, lo que nos debe interesar es que sea por el bienestar y el desarrollo de nuestro país, lo demás es pura grilla… y barata.
Columna de Ximena Garmendia en SDP Noticias
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