México y Francia celebraron dos elecciones en las que la ciudadanía francesa y la mexicana tenían la sensación de que todo estaba decidido de antemano
“Estoy muy acostumbrado a contrastes y más espíritu tengo en ellos que en las prosperidades; me ocurre siempre en éstas que después del buen tiempo viene el malo y en éste que ha de venir aquél”. MANUEL BELGRANO
Este 10 de abril, dos países celebraron elecciones; de distinto tipo, evidentemente.
En el nuestro se trató de un ejercicio de consulta de revocación de mandato presidencial. Las boletas solo llevaban el nombre de nuestro primer mandatario quien, ganando o perdiendo, de antemano sabíamos, permanecerá en el poder.
No se trató de un referéndum; tampoco de elecciones para extender la longitud de su encargo o el espectro de sus funciones.
Desde mi punto de vista, resultó de la insistencia de aplicar retroactivamente una nueva norma con tal de aparecer en las boletas y, sí, también, para con los resultados, cualquiera que estos fueran, continuar azotando al INE.
El ejercicio galo buscaba, en cambio, la definición ciudadana de si debía continuar en funciones el gobierno del actual presidente o elegir uno nuevo de otro tipo.
En esa boleta se dejaron ver 12 candidatos; tres de ellos recibieron la mayor parte de la votación, pero solo dos serán los que contendrán en una segunda vuelta electoral.
En Francia se quejaron de la baja participación ciudadana (fue del 65%, tres puntos menos que en el 2017). En México alcanzó algo cercano al 17% y se celebró con fanfarrias. Bueno, reitero: se trató de ejercicios muy distintos...
No deja de ser curioso, no obstante, que en Francia no hubiera una verdadera campaña electoral; faltaron debates y, además, la sociedad exigió no gastar en la misma.
En México sí hubo campaña de promoción al voto desde la autoridad; también hubo intervenciones de autoridades y gastos en espectaculares, anuncios y promocionales que ascendieron a montos que solo se pueden adivinar. Eso sin olvidar el costo que tuvo la consulta misma.
En Francia, los votos nulos o en blanco no son tomados en cuenta, como ocurre en casi cualquier elección del orbe. En la revocación de mandato, por la naturaleza misma del ejercicio, sí servían para sumar y alcanzar el porcentaje del 40% para volver vinculatorio el resultado.
Ahora que lo pienso, ambos comicios tuvieron una coincidencia: la ciudadanía francesa y la mexicana tenían la sensación de que todo estaba decidido de antemano. Quizá por ello en un país disminuyó el número de electores que participaron y en el otro fue muy escaso el porcentaje que acudió a las urnas.
Emmanuel Macron y Andrés Manuel López Obrador encabezan diferentes propuestas de gobierno. Nuestro primer mandatario se define como de izquierdas y liberal, pero muchas veces se comporta como de derechas y conservador. Macron se define “ni de izquierdas ni de derechas” y, sí, su ideología resultante es una liberal aderezada con propuestas de izquierda y otras tantas de derecha.
En Francia se juega el liberalismo democrático y la libre competencia, contra una derecha arcaica, cerrada y extremadamente conservadora. Marianne Le Pen, quien, mismo siendo de derechas, se le sabe aliada de Vladimir Putin…
Ante la segunda vuelta que enfrentará a Macron y Le Pen, con una ventaja para Macron hasta ahora de cinco puntos porcentuales, el candidato derrotado de izquierdas, Jean-Luc Mélenchon, solicita a quien le quiera escuchar que no voten por Le Pen: “Francia se encuentra ante una emergencia política, los votantes se encuentran ante una opción terrible en esta 2ª vuelta” y como si una vez no fuese suficiente, cuatro veces reitera: “Mme. Le Pen no debe obtener ni un simple voto”.
Jean-Luc Mélenchon lo tiene claro: no se puede dar el paso a una propuesta populista, chovinista y que apoya a Putin. En México el gobierno que se dice de izquierdas no escucha ni conoce a la verdadera izquierda europea y prefiere —igual que Le Pen, extrema derecha populista— apoyar (si no es que idolatrar) a Putin.
Aunque algunos quieren denigrar el triunfo de Macron (que no definitivo y por lo mismo debe fortalecer su base de aquí al 24 de este mes), hace 5 años solo ganó la primera vuelta por 2.5 puntos de diferencia. Desde François Mitterrand, ningún presidente francés había pasado a una segunda vuelta con una ventaja de cinco puntos, siempre ha sido menor.
Así también, aunque hay quien quiere exaltar el triunfo de López Obrador, si se compara con él mismo, definitivamente ha perdido seguidores. Mientras en el 2018 obtuvo 30 millones de votos, ahora la cifra estará en que solo 2 de cada 10 ciudadanos decidieron ir a votar. 12 millones de personas de los cuales más del 90% votaron por él, pero ni la mitad de quienes lo hicieron hace tres años.
No obstante, hay que admitirlo: si bien la economía francesa va viento en popa y la nación tiene el nivel de desempleo es el más bajo de los últimos años (y de toda Europa), al igual que la inflación es la más baja de los países ricos, Macron NO obtuvo una ventaja mucho más holgada en la primera vuelta.
No hay una respuesta clara a dicha fenómeno y por supuesto contrasta con la apabullante victoria de la continuación del mandato de líderes como AMLO, si bien la participación en el ejercicio de revocación de México antes descrito haya sido más bien escaso. Así son los contrastes.
Columna de Verónica Malo en SDP Noticias
Foto AFP en SDP
clh
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