La 4T ha generado un mayor número de pobres para otorgarles recursos a quienes nunca han trabajado y no se han esforzado en producir
“Y quisiera creer que no es mucho pedir que la nación se deshaga de sus falsas ilusiones y consiga unirse para manifestar su repulsa a quienes se han dedicado a engañar a los crédulos con falsos agravios, avasallar a los débiles con mentiras descaradas, halagar las opiniones de los ignorantes y satisfacer la vanidad de los mezquinos, y que con su desprecio a la honestidad y sus ofensas a la dignidad han sabido rodearse de todo lo que el reino cuenta de ruin, burdo e inmoral. Son los mismos que, habiendo por mérito ascendido a esta funesta preeminencia, se arrogan el título de patriotas.” SAMUEL JOHNSON
Los “otros datos” existen en la cabeza de López Obrador y —desafortunadamente— muchos de sus seguidores. Mientras eso ocurre, los datos —los que son de verdad— fustigan a la población mexicana.
Las mentiras del gobierno federal poco a poco han ido permeando todos los ámbitos de la vida nacional, pero se pueden resumir en el pegajoso eslogan de “primero los pobres”. Quitándole el artículo “los” y sustituyéndolo por el adverbio “más”, tenemos la realidad producto de este sexenio: más pobres, mayor número de estos.
La estrategia de la 4T ha sido asistencialista; argumentando vicios y corrupción —sin jamás probar nada— ha tirado abajo múltiples y vitales procesos de conformación de políticas públicas y de instituciones proveedoras.
El primer mandatario, en un desliz verbal, esbozó su estrategia: tener más pobres se traduce en hacerse de una mayor clientela electoral.
Y aquí los incontrovertibles datos que lo confirman:
Si bien el gobierno dice que el 50% de los hogares mexicanos se benefician de los programas sociales, de acuerdo a la ENOE la cifra es menor. Un treinta por ciento es la que recibe transferencias clientelares. Y las denominó así, porque estas no sirven para que los “beneficiados” superen la línea de pobreza.
Los programas “Jóvenes construyendo el futuro” y “Mi beca para empezar”, entre diversos otros, han sido a todas luces insuficientes para inhibir el involucramiento en el delito de la población menor a los 29 años (“El desarrollo social y la política pública en el México actual”, Héctor Hiram Hernández Bringas, Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias de la UNAM). La delincuencia continúa y hay más jóvenes involucrados en ella, no importando los mencionados programas o la política de “abrazos”.
Solo falta escuchar hoy en la mañana que la UNAM es “fifí” por haber respaldado los hallazgos de dicho estudio… Lo mismo dirá posiblemente de Máximo Ernesto Jaramillo Molina quien, con datos oficiales, señala que en el sexenio de Enrique Peña Nieto el 67% de la población en situación de pobreza extrema recibía al menos los beneficios de un programa social. Ya para 2020, solo el 43% de este universo los recibía. Así, el 57% de la población que se encuentra en pobreza extrema no tiene acceso a ningún tipo de programa social de transferencia monetaria que apoye a sus ingresos.
De acuerdo con la CEPAL, en el 2018 en México había 52 millones de pobres, cifra que aumentó a 58.1 millones para mediados del 2022. Ya para el año pasado teníamos 6.1 millones de pobres más a cuando López Obrador ascendió al poder. En estos cuatro años, la pobreza aumentó del 49.9% de la población (2018) a un 52.8% en 2020. Mientras la pobreza extrema se incrementó de un 14 a un 17.2%.
En el rubro de la salud, la misma Secretaría de Hacienda informó que los recursos dados a los estados para la implementación del “Programa de Atención para la Salud y Medicamentos Gratuitos para la Población sin Seguridad Social Laboral” se redujeron en un 4.3% entre noviembre de 2021 y el mismo mes de 2022. Esto es, la estrategia creada en el 2019 para sustituir el “Programa de Inclusión Social Prospera” disminuyó sus recursos en términos reales. Menos salud para quienes de por sí tienen pocas posibilidades de acceder a un hospital…
La precaria situación de salud y la disminución en la esperanza de vida se refleja en la forma en que México ha descendido también posiciones en el Indice de Desarrollo Humano. En 1990, México ocupó el lugar 62 de 191 naciones. Para el 2019, antes de la pandemia, ocupábamos el lugar 74 y para el 2021 descendimos al lugar 86. Además de que la población vive peor que antes, esta caída es tres veces mayor a la del promedio del resto del mundo; ello reflejo de una pésima gestión para enfrentar al covid a cargo de Hugo López-Gatell.
No, no funcionan los programas clientelares. Aunque se reparte más dinero público que en el 2018, el mismo NO está llegando a quienes tiene que llegar. Antes los programas sociales eran focalizados a la población en situación de pobreza. Hoy, se canaliza principalmente a adultos mayores. Además, sin contar las pensiones universales, los programas clientelares canalizan menos dinero a quienes están inscritos a ellos, y en lugar de estar enfocados a sacar a los beneficiarios de la pobreza, dados los montos, pareciera que el objetivo es mantenerlos ahí.
Tampoco son programas que busquen mejorar la competitividad, la productividad o la escolaridad. Los dos primeros indicadores han disminuido y, por cuanto a las becas, estas se otorgan sin siquiera exigir resultados o medir mejoría en notas, desempeño o capacidades.
La desaparición del Seguro Popular, de las guarderías y de instancias infantiles, ocurrencias en materia de política pública, han tenido por consecuencia el aumento en el número de pobres y el incremento en la desigualdad socioeconómica de la población.
En el ámbito económico, las mentiras también fluyen. Se presume de una ingente cantidad de dólares que ingresan vía remesas gracias a los años millones de compatriotas que han tenido que huir de México, pero nada se dice al respecto de que en este sexenio dicho número volvió a incrementarse luego de haberse reducido durante varios años. Adicionalmente, el que la moneda estadounidense se encuentre “barata” no habla de una buena conducción económica en nuestro país; refleja las altas tasas de interés ofrecidas aquí para atraer capitales golondrinos. ¿Qué pasará cuando no podamos sostener ese incentivo?…
Pero, lo que es más, esa paridad que el titular del Ejecutivo presume no sirve de nada cuando con 20 pesos (un dólar americano) no alcanza para comprar un kilo de tortillas.
En síntesis: la 4T ha generado un mayor número de pobres para otorgarles recursos a quienes nunca han trabajado y no se han esforzado en producir. Dinero y prebendas que aparentemente les “brinda” el gobierno, ya que este jamás explica a la población que estas provienen de los impuestos pagados por los contribuyentes y producto del endeudamiento que pagaremos todos, también principalmente los tributarios obligados.
Los programas de “política pública” de la Cuarta Transformación han resultado ser trampas clientelares que otorgan dinero de manera discrecional a quienes cumplen criterios favorables al régimen mismo. Fuegos de artificio que carecen de estudios, de planeación y de estrategia para mejorar la calidad de vida de quien los recibe.
Según el Índice Mundial de Hambre (GHI), México ha sufrido un descalabro por cuanto a pobreza lacerante —la que sufre hambre—, pasando de ocupar el lugar 23 antes de la pandemia (2019) al al 42 en el 2022.
Se descubre la mentira detrás del discurso de “la soberanía alimentaria” en nuestro país.
Hay quienes dirán que esto se debe a la guerra producto de la invasión a Ucrania, a una crisis alimentaria a nivel mundial. Pero pero la caída de México en dicho índice es mucho mayor a la de otros países (no olvidemos que nuestra nación prohibió la entrada de maíz transgénico a territorio nacional destinada a alimentar animales). Sin suficiente materia prima para alimentar a los animales, se estima la prohibición provocará un aumento del 48% en la demanda de maíz no transgénico en el primer año de estar en vigor la restricción. El incremento del costo del forraje afectaría al sector avícola y porcícola e impactaría con un aumento en los precios del pollo (un 67%), del huevo y del cerdo; encareciendo aún más la canasta básica alimentaria de la población más desfavorecida.
Pero los programas clientelares de la 4T sí han logrado un impacto de corte electoral en quienes los reciben. No en balde la aprobación de López Obrador es mayor entre este enorme grupo poblacional. Entre quienes son objeto de la atención gubernamental y quienes no, en el 2019 había 9 puntos de diferencia por cuanto de la popularidad del primer mandatario; para finales de 2022, la diferencia era ya de 18 puntos porcentuales.
Eso, en algunos países se denomina compra de voluntades. En el nuestro, AMLO lo llama “estrategia política”. El presidente odia el crecimiento económico, busca aumentar la pobreza para que más personas voten por él y su ralea.
La frase de “primero los pobres” se ha limitado a ser un discurso. La realidad describe un desprecio por las personas; la obtención de votos y la pauperización de oportunidades de desarrollo a cambio.
Sin una economía sana, las familias dedican la mayor parte de sus ingresos a comprar lo básico. Quedan fuera la educación y la capacitación, así como mejores horizontes basados en salarios mejor remunerados.
En el país de los hechos, no de la ficción, los programas sociales dejaron de serlo para convertirse en clientelares. Para dar limosna y mantener a los “beneficiarios” del régimen y no para reducir la línea de la pobreza o llevar al crecimiento económico de la población.
Cabe preguntarse: después de todo el daño causado al haber dinamitado casi todo programa social, ¿cómo sentar las bases para generar nuevas políticas públicas efectivas? ¿Qué gobierno podrá reconstruir la política social en pleno siglo XXI?
No será creando o manteniendo las estructuras electorales. Menos todavía sustentadas en una falsa austeridad que ha implicado reducir el gasto público de donde se necesita para dedicarlo a campañas políticas y obras tanto innecesarias como ineficientes (el presupuesto público ha continuado creciendo, no ha habido ahorro).
Se requerirá mucho trabajo, pasión por México y entendimiento para desterrar de una vez por todas la estrategia de que los pobres se traduzcan en votos. Solo así pasaremos de una situación de “primero, más pobres” a una donde se actúe en función de “primero los pobres”.
Columna de Verónica Malo en SDP Noticias
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