Pongámonos como meta, entonces, comenzar a movilizarlos. Convencer, cada uno de nosotros, a un abstencionista de participar este 26 de febrero en la concentración para defender al INE
El 26 de febrero es día de fiesta nacional. Llama a la participación de todos nosotros; marcará el inicio de uno de los movimientos ciudadanos más importantes de nuestra historia.
Lee Los siete grandes electores del INELa concentración del 26 de febrero “#MiVotoNoSeToca” está conformándose como una respuesta ciudadana al “plan B” del gobierno federal. Y es que López Obrador se ha encaprichado en dinamitar al INE; en mandarnos de regreso al modelo de 1988 cuando desde la Secretaria de Gobernación se decidía quién ganaba y quién perdía en los comicios.
Lo que inició como un llamado a la concentración en el Zócalo de la Ciudad de México, instando a la Suprema Corte a resolver ante lo que se aprecia como acciones de inconstitucionalidad, ya llega a 75 ciudades contando algunas en el extranjero.
Un punto de partida, una nueva oportunidad para empoderarse; un llamado a que los ciudadanos, incluyendo los abstencionistas, nos movilicemos para continuar presionando al partido en el gobierno y que no resulte tan fácil destruir lo que nos ha llevado años construir.
En el 1988, el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas y miles de ciudadanos tomaron la plancha de la Ciudad de México para protestar contra el acto de prestidigitación conocido como “se nos cayó el sistema” y a través del cual la entonces Gobernación levó a la Presidencia a Carlos Salinas de Gortari.
En estos 35 años, el Zócalo se ha vuelto a llenar en innumerables ocasiones. Esta próxima se vestirá de la petición de miles de ciudadanos que vamos por la defensa del INE.
Debemos manifestarnos y, luego, sobre todo y particularmente, salir a votar. Porque “la manifestación” por excelencia de la ciudadanía es el voto. Porque “votar es de chingones”, “es hacer patria”.
Y expresar la convicción de tener a tal o cual figura como representante popular empodera. Tanto así que si los jóvenes mexicanos de entre 18 a 30 años salieran a votar constituirían el partido mayoritario en México. Determinarían quién sería el próximo presidente de la nación; gobernarían al país.
Por hacer un símil, es como si el sector informal de la economía de pronto se volviera formal. De esa magnitud el peso —en el ámbito de la representación política, por supuesto— de lo que describo. Pasaríamos de tener 45 millones de electores informarles / pasivos a sumar más de 98 formales / sufragando.
Y junto con ello, las otras protagonistas en las elecciones seríamos las mujeres. ¿Sabían que actualmente el 70% de las mujeres entre de 35 a 65 años sale a votar mientras que el 69% que se encuentra en el grupo de entre 25 a 30 años NO lo hace?
Si un importante número de ciudadanos que conforman estos dos grupos de abstencionistas que acabo de mencionar salieran a emitir su voto, determinarían al partido y al candidato vencedor.
Los jóvenes, particularmente las mujeres adolescentes, no son conscientes de lo que puede significar su voto para determinar el rumbo del país. Es obligación del resto de la ciudadanía hacérselos saber.
Pongámonos como meta, entonces, comenzar a movilizarlos. Convencer, cada uno de nosotros, a un abstencionista de participar este 26 de febrero en la concentración.
Recordemos, hay dos momentos probados recientes en que los abstencionistas salieron de su postración y las dos veces cimbraron al obradorismo. Las dos de cierta manera ocurrieron de forma fortuita / espontánea y ambas en la Ciudad de México:
La votación de los electores capitalinos (superando el nivel de participación del resto de las entidades de la república) en las elecciones del 2021
La marcha —en la CDMX— de noviembre pasado en favor del INE.
Salgamos el próximo domingo a celebrar el Día del Ciudadano. Es la ocasión de darle sentido a la petición, a la exigencia, de que la autoridad no continúe vulnerando a nuestras instituciones democráticas. Es momento de despertar conciencias (o vergüenzas para quienes no acuden a votar o han dejado de hacerlo).
Luego, el 2 de junio de 2024, salgamos a votar. Ambas son magníficas formas de celebrar a México.
Columna de Verónica Malo Guzmán
Foto: Especial
cdch
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