Elon Musk y Tesla: el fanatismo cultural regiomontano y el lado sombrío de la cultura de Nuevo León

El fanatismo cultural de los regiomontanos es una ideología falsa producto de un error cognitivo y un estado espiritual exaltado

Elon Musk y Tesla: el fanatismo cultural regiomontano y el lado sombrío de la cultura de Nuevo León

La decisión de Elon Musk de crear en Nuevo León una armadora automotriz de Tesla provocó una intensa y muy agresiva polémica en medios y redes sociales sobre si este nuevo proyecto industrial tiene viabilidad o no considerando el serio problema de escasez de agua que tiene ese estado. La polémica subió de intensidad cuando AMLO intervino para advertir que no autorizaría dicho proyecto debido a la escasez de agua en Nuevo León. En el momento en que escribo este artículo, AMLO ha declarado que Elon Musk le ha garantizado que la armadora automotriz no habrá de contribuir al problema de escasez del vital líquido, razón por la cual el plan original sigue en marcha: Tesla se instalará en Nuevo León.

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Lo que me ha llamado la atención de esta polémica es la manifestación de algunos problemas muy graves que sufre la cultura de Nuevo León desde hace muchos años. Le dedicaré una serie de dos o tres artículos a este tema. En este primer artículo me ocuparé de las palabras que muchos regiomontanos vertieron en esa polémica para afirmar que su cultura es la mejor del país, como una forma de “racionalizar” y “justificar” a Nuevo León como el mejor destino de la inversión de Elon Musk. No se trata de un suceso irrelevante que no merezca atención. Por el contrario, es muy alarmante que algunos o muchos regiomontanos sostengan esas ideas porque son producto de una ideología cultural falsa y muy peligrosa que llamaré “fanatismo cultural”, cuyas causas son un error cognitivo y un estado espiritual exaltado, y que en algunos casos se convierte en cierta clase de supremacismo cultural y étnico que tiene efectos destructivos para la convivencia humana, llegando incluso a generar odios y menosprecio intercultural.

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Nuestro marco de referencia: la noción científica de cultura

Siempre trato de que mis escritos a publicar tengan el mayor poder explicativo posible según lo permita la materia que tratemos. Es por esto que, a veces, cuando el tema es complejo, expongo brevemente las teorías o al menos el marco conceptual que me respaldan a fin de que el lector pueda satisfacer su curiosidad, despejar sus dudas y aceptar mis enunciados como cosas ciertas, obvias y creíbles, o al menos posibles. El resultado es que mis artículos suelen ser un poco más largos que lo normal, pero la ventaja es que nos evitamos un problema muy habitual en los medios de información y las redes sociales: falacias y polémicas. Y en este caso, como mi artículo es una descripción y análisis de un grave problema de la cultura de Nuevo León, estimo útil darnos un paseo muy rápido por nuestra noción vigente de cultura, lo que nos dará el marco de referencia.

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Nuestra noción de cultura tiene dos significados vigentes. Uno de esos significados designa la formación de la persona singular en su auténtica naturaleza humana (espiritual y física), donde la naturaleza humana no es un dato de la realidad, un hecho, sino que es un ideal a realizar en la persona singular mediante diversos instrumentos donde destaca la educación. Esta noción está fundada en un sistema de valores conectado al ideal de la naturaleza humana que se remonta a la Grecia clásica. El influjo clásico en este caso es tan grande que nuestro ideal de cultura prácticamente corresponde a la “paideia” griega, es decir, a la educación con las disciplinas o artes que son propias del hombre y que lo diferencian del resto de animales: ciencias, filosofía, política, moral, arte, religión, etc. Es lo que a la postre llamarían “humanitas” los filósofos latinos como Cicerón y Varrón.

El segundo significado de nuestra noción de cultura es científico y universalista, y lo debemos a los filósofos de la Ilustración y a Oswald Spengler, un filósofo de finales del siglo XIX y principios del XX. Este significado de cultura designa al conjunto de formas de vida y pensamiento creadas, aprendidas y transmitidas por una generación a otra, entre los miembros de una sociedad humana. En este caso nos referimos, no a la formación de un individuo, sino al producto de esa formación que se realiza o deviene en un conjunto de formas de vivir y de pensar de un grupo social humano.

Este segundo significado de cultura es el que nos servirá de marco de referencia conceptual en este artículo, porque nuestro tema es, no la formación o educación de los regiomontanos como individuos, sino un producto o resultado específico de esa formación que se ha concretado en una ideología monstruosa y peligrosa: el “fanatismo cultural”.

El carácter científico de esta noción de cultura estriba en que es objetiva y neutral. La objetividad radica en que se atiene solo a la realidad empírica de las culturas como formas de vida y pensamiento, así como a sus productos culturales (objetos, creencias, hábitos, instituciones, etc.). Por su parte, la neutralidad radica en que no considera los sistemas de valores a los que se orientan las culturas, y menos considera algún “ideal” de sistema de valores extraño a cada cultura, lo cual evita la subjetividad de los juicios de valor.

La objetividad y neutralidad, a su vez, le da universalidad a esta noción de cultura, lo que nos evita privilegiar a ciertas culturas humanas y a los grupos humanos que las han creado y las encarnan. Esto significa que podemos definir objetivamente como cultura a todas las formas de vida y pensamiento de los diferentes grupos humanos de este mundo, sin importar si dichas formas son primitivas o civilizadas: cultura mexicana, cultura islámica, cultura cristiana, cultura judía, cultura rusa, cultura china, cultura de los indios mixtecos, etc. Y de igual forma, podemos definir objetivamente como productos culturales por igual hasta las cosas más dispares en sus características tecnológicas y simbólicas. En efecto, para esta noción científica de cultura el pozole, el mole poblano, la carne asada y un collar artesanal de alguna tribu del Amazonas, son cada uno un producto cultural al igual que los es una planta industrial gigantesca o el centro espacial de la NASA en los EUA.

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Desde esta perspectiva científica, el análisis comparativo entre dos o más culturas se limita a las tipologías y al grado de eficiencia con que sirven al propósito de persistencia y progreso de los grupos humanos respectivos. Pero esto será el marco conceptual de mi siguiente artículo que tratará de otro problema cultural de Nuevo León.

El fanatismo cultural regiomontano:

¿Hay algún pueblo en este mundo humano que no se haya creído el elegido por los dioses?

En efecto, todos los pueblos se han creído los elegidos por los dioses en algún momento de su historia. Se trata de “fanatismo cultural”, una ideología falsa o sistema de creencias prejuiciadas que posee un pueblo para exaltar o divinizar a su propia cultura como la mejor y superior, lo cual implica una exaltación de sí mismo como pueblo que encarna dicha cultura. Sin embargo, la experiencia histórica ha probado que ese fanatismo cultural es una justificación falaz a su voluntad de poder o de dominio apuntada al deseo de gobernar al resto de pueblos, a los que consideran culturalmente inferiores. Y por supuesto que, para justificar esa falaz certeza de ser los elegidos por los dioses para gobernar al mundo, se han inventado sus mitologías histórico-culturales para “racionalizar” su falsa presunción de superioridad.

Afortunadamente, el avance del conocimiento en muchos de esos grupos humanos que aún existen terminó por destruir esas creencias prejuiciadas y por fin llegaron a la razón y su verdad objetiva: solo son una cultura más entre muchas, y diferente a las demás. Sin embargo, han existido y existen algunos grupos humanos que, pese a cualquier avance del conocimiento, han reforzado esa falaz certeza de ser la mejor y superior cultura y se han convertido a la postre en fuente de grandes males para todos. La Alemania nazi fue un ejemplo supremo de los resultados contraproducentes a que conduce el “fanatismo cultural” en su máxima expresión: guerra total, destrucción y genocidio.

Desafortunadamente, algunos o muchos regiomontanos, sobre todo de clase media y alta, también presentan ese problema espiritual del “fanatismo cultural”, aunque en este caso ya no existe el elemento religioso de ese fanatismo, a saber. En efecto, esos regiomontanos exaltan a su propia cultura como la mejor y superior, es decir, como la forma de vida y pensamiento más alta y avanzada, la más propiamente humana, a la que deben aspirar al menos todos los grupos sociales en México. Evidentemente, esto implica la exaltación de los regiomontanos como el grupo social humano mejor y superior al menos en el universo mexicano, toda vez que ellos son los autores colectivos de esa cultura.

Consecuencia inevitable de lo anterior, es que esos regiomontanos profesan el etnocentrismo, y que es una ideología que consiste en juzgar a todas las culturas humanas desde la perspectiva de su propio sistema de valores culturales, tal como si dicho sistema fuera el tamiz que ha de separar el trigo y la cizaña de las culturas humanas. El resultado de esto es que terminan discriminando a las culturas humanas, y a los grupos humanos que las encarnan, de acuerdo a su semejanza o desemejanza con su propia cultura, lo que conlleva a un trato diferente a las culturas y grupos humanos que en razón merecen el mismo trato. El esquema discriminante es muy simple, se funda en su cultura regiomontana como criterio de juicio, y es el siguiente: los grupos humanos superiores serán aquellos cuyas culturas se parecen más a la cultura regiomontana, en tanto que los grupos humanos inferiores serán aquellos que poseen culturas más dispares de la cultura regiomontana.

Curiosamente, esos regiomontanos tienden también a presentar un “fanatismo cultural invertido” con respecto a EUA. En este caso su fanatismo cultural cambia de fundamento desde su propia cultura (que ahora es la inferior para ellos) a la cultura yanqui, a la que ahora tienen como la forma de vida más alta y desarrollada que un grupo humano puede alcanzar en este mundo. No es de extrañar, por tanto, ciertas conductas muy habituales en esos regiomontanos en este punto en particular, como veremos enseguida.

Prefieren a la cultura de los EUA y a los yanquis por sobre las culturas mexicanas y el resto de mexicanos. Viven ocupados en tratar de emular esa cultura anglosajona, y por cierto que infructuosamente. Y en sus momentos trágicos, cuando la frustración con su cultura local los agobia, se colocan en el profetismo cultural que se opone al desarrollo histórico-social de México, tan inevitable como imprevisible, para demandar a gritos cosas extravagantes y aberrantes como la independencia de Nuevo León y su constitución como nuevo país (una suerte de emulación de Texas en el pasado), o bien la anexión de Nuevo León a los EUA.

Lo cierto es que el fanatismo cultural de esos regiomontanos es una ideología falsa producto de un error cognitivo y un estado espiritual exaltado. El error cognitivo ocurre porque piensan las realidades culturales, no con la noción científica de cultura que ya explicamos en el apartado anterior, sino a través de una imaginaria verdad absoluta encarnada en sus propios valores culturales, y que todos deben aceptar como tal, según ellos. Y su fanatismo radica precisamente en esa exaltación de sus propios valores culturales como verdad absoluta, pero que ya sabemos es solo una falaz justificación a su falsa presunción de certeza, su dogmatismo y su intolerancia.

El resultado es que esos regiomontanos pierden el contacto con la realidad y hablan de culturas abstractas, desconectadas de la realidad. Pero no se dan cuenta de esto porque su fanatismo es una fidelidad a toda prueba, que no se preocupa de objeciones ni de límites. Así que usted no los moverá de su fanatismo así les dé ejemplos a montones de regiomontanos que no cumplen con los valores de su imaginaria cultura superior: flojos, deshonestos, ineficientes, mentirosos, etc. Por lo mismo, tampoco aceptarán que existen muchos mexicanos de otras culturas que poseen los valores de una cultura civilizada, y así usted les dé ejemplos a montones. Vaya, están tan ciegos por su fanatismo que no se dan cuenta de que sus mismas disensiones y peleas con otros grupos culturales de México son prueba incontestable de su error cognitivo, su dogmatismo y su intolerancia.

Lo peor de esos regiomontanos aflora cuando el resto de mexicanos compiten con ellos por algún beneficio económico o por cualquier mérito que confiera honores. En ese momento esos regiomontanos se convierten en los cruzados de su propia virtud para dar inicio a la guerra santa de odio, humillación o menosprecio contra las culturas que ellos consideran inferiores, así como contra los grupos humanos que las encarnan; guerra que a veces adquiere tintes de xenofobia y racismo. Un ejemplo de estas guerras la dio la polémica que desató la posible inversión de Elon Musk en México. Enseguida le doy una muestra ligera de la vastísima cantidad de expresiones de odio e intolerancia que volcaron en Twitter esos regiomontanos convertidos en cruzados de su propia virtud.

“Nuevo León no simpatiza con las ideas progresistas que se manejan en el sur y centro. Aquí nos regimos por la ley del trabajo y la honestidad.”

“Para los que no quieren que la planta de Tesla se instale en Nuevo León, les recuerdo que es más fácil llevar agua al desierto que hacer trabajar a un huevón.”

“Las gente de Nuevo León es trabajadora, los demás son huevones.”

Como AMLO, “también Echeverría odiaba a los norteños.”

“Si vives en Nuevo León y apoyas a Morena no eres regio, eres un traidor.”

“Si Nuevo León fuera Texas tendría control sobre sus recursos naturales, en especial los hídricos.”

“Al chile ¿qué hace falta para que Nuevo León se separe de México? No conozco a ningún regio que esté orgulloso de ser “mexicano. El país nos odia y nosotros a ellos por muchos motivos, por las buenas o por las malas.”

“AMLO: Si Tesla decide instalarse en Nuevo León, no se darían permisos. Respuesta: Nortexit.”

“Esta es la única bandera que representa al Noreste, la bandera que en 1840 unió a Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas en su intento de independizarse de México, y algún día lo conseguiremos. ¡Viva la República del Río Grande!”…Y por cierto que el tipo mostró una bandera horripilante para esa utopía, que más bien parecía bandera de la Hermandad Musulmana, la matriz del terrorismo en Medio Oriente.

Como puede ver el lector, se trató de una oleada masiva de “fanatismo cultural” del más puro cuño regiomontano, y que alcanzó el nivel de la guerra de odio e insulto contra otras culturas y grupos humanos en México. Estamos hablando de una ideología monstruosa que está en la misma clase de las creencias prejuiciadas más peligrosas y destructivas que haya conocido la humanidad: racismo y xenofobia. En efecto, se trata de una manifestación irracional del lado sombrío de la cultura de Nuevo León.

Para finalizar, quiero hacer unas aclaraciones para evitarle a esos regiomontanos fanáticos cualquier acusación contra mí en el sentido de que yo desprecie a los regiomontanos o algo por el estilo. Yo nací y crecí en Monterrey. Salvo raras y breves ausencias por motivos de trabajo, siempre he vivido en esta ciudad. Mis hijos nacieron en Monterrey y, como yo, son regiomontanos. Pese a sus problemas como ciudad, me gusta Monterrey y difícilmente aceptaría vivir en otra ciudad. Sin embargo, yo siempre trato de guiarme con la razón, lo cual me ha evitado caer víctima de ideologías peligrosas. Y es por eso que me atrevo a realizar esta crítica realista sobre algunos aspectos del lado sombrío de nuestra cultura local, como es el fanatismo cultural y sus prácticas aberrantes.

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Columna de Miguel Zavala en SDP Noticias

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