Terrorismo el del sexenio de Calderón, pero al columnismo no le importa porque a eso, vía Xóchitl, quiere volver. Le conviene porque eran tiempos de gran gasto del gobierno en medios y alcanzaba para todos
Hoy, en Excélsior, Jorge Fernández Menéndez y Francisco Garfias hablan de la existencia de “terrorismo” en México. Es el diagnóstico al que llegan después de analizar lo que pasó en Tlajomulco, Jalisco. No voy a discutir si ellos aplican correctamente el término o no. Lo que cuestionaré es por qué no lo hicieron antes, desde el sexenio de Felipe Calderón, ante hechos mucho más lamentables como los del Casino Royale de Monterrey.
Sin duda ha sido gravísimo lo ocurrido en Jalisco: el ataque a policías y civiles con artefactos explosivos sembrados en el municipio de Tlajomulco. Según se ha informado murieron tres funcionarios de la fiscalía, un policía municipal y dos civiles. Hay otras personas lesionadas, no de gravedad. Debe quedar perfectamente en claro que la agresión no iba dirigida a la población civil, sino que se planeó para dañar a los agentes policiacos: una llamada los había alertado de la existencia e una fosa clandestina, acudieron y estallaron las minas terrestres artesanales colocadas por los delincuentes.
Lo de 2011 en el Casino Royale ubicado en un céntrico barrio de Monterrey fue otra cosa. Para recordar aquella terrible tragedia y entender correctamente su significado mencionaré lo que en 2022 hizo Alejandro Encinas, subsecretario de Derechos Humanos, Población y Migración. Cito una pagina de internet del gobierno federal: ofrecer “disculpas honestas, sinceras, sin dobleces y ambigüedades para las víctimas del atentado del Casino Royale”. Encinas actuó de esa manera en la capital de Nuevo León acompañado de Javier Navarro Velasco, secretario general de Gobierno, y Luis Donaldo Colosio Riojas, alcalde de la ciudad.
En el Casino Royale perdieron la vida 52 personas luego de que sicarios lo incendiaran. Se trató de un ataque dirigido a la sociedad en general, no a la policía ni a ninguna autoridad.
¿Qué dijo Jorge Fernández acerca de eso? Estuvo de acuerdo con el entonces presidente (espurio, desde luego) Felipe Calderón, quien culpó a la corrupción municipal. En la página internet de Excélsior está la evidencia de lo escrito por ese columnista en septiembre de 2011: la culpa fue de un alcalde ratero, pero afortunadamente hubo un “operativo federal” que, para el periodista, era “la oportunidad” para acabar con la corrupción. Claro está, se requería “voluntad y decisión política”. Y, concluyó el analista, “el presidente Calderón, el viernes, dijo tenerlas”.
Terrorismo lo hubo en el sexenio de Calderón, pero al columnismo mexicano eso no le importa porque a eso, vía Xóchitl Gálvez, sus cabecillas quieren volver. Les conviene porque eran tiempos de gran gasto del gobierno en medios de comunicación y alcanzaba para todos.
¿Qué comentó Garfias acerca del Casino Royale? No defendió a Calderón, pero se fue por la lógica de buscar la culpabilidad en los concesionarios de los casinos; los dueños de tales negocios seguramente no eran inocentes, pero no encontré en una búsqueda de internet que Garfias calificara como “terrorismo” al mayor ataque que ha sufrido la población civil en México, algo que él hoy sí hace.
Por lo demás, no sé qué quiso decir Jorge Zepeda Paterson con la expresión usada para encabezar su columna de este jueves en Milenio: “Los cárteles también viven su cuarta transformación”. Lo hizo el columnista a propósito de “la toma durante unas horas de la capital de Guerrero por parte de dos mil vecinos movilizados de los pueblos por el cártel de Los Ardillos”.
Creo que en ese caso lo destacable, además de la protesta de muchísima gente manipulada por el narco, radica en la eficacia y rapidez con el que la gobernadora Evelyn Salgado resolvió el problema, sin violencia, con diálogo, lo que permitió que las cosas volvieran a la normalidad sin pérdida de vidas. No es rollo: lo que parecía una revuelta social de enormes magnitudes, se acabó en poco tiempo.
En Reforma, Sergio Sarmiento cuestionó a la gobernadora porque ella presumió que “sin represión ni confrontación, logramos la liberación de 13 servidores públicos retenidos. Mediante una mesa de trabajo… construimos acuerdos con los manifestantes, siempre, como se ha privilegiado, dentro del marco de la ley”.
Creo que Sarmiento no entendió el valor de arreglar un enorme problema social por las buenas. Ojalá esa fuera la norma en México. Ya quisiéramos tal eficiencia en el caso de Tlajomulco, Jalisco, donde el gobernador Enrique Alfaro parece solo interesado en su debate con Dante Delgado acerca del destino electoral de Movimiento Ciudadano.
Columna de Federico Arreola en SDP Noticias
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