¿Es AMLO el objetivo?

La contienda no debe centrarse en la persona, sino en el gobernante, en las decisiones tomadas como autoridad, los hechos y resultados que impactan la calidad de vida de los mexicanos

¿Es AMLO el objetivo?

Seguramente los estrategas de la oposición deben estar cuestionándose si el objetivo de la campaña debe ser el presidente, el gobierno, Morena o Claudia Sheinbaum. Es previsible que muchos consideren que sería un error enfrentar a López Obrador por su popularidad y por el blindaje del que goza; ninguna de las muchas crisis de los últimos meses merma su nivel de aceptación. Además, los votantes elegirán entre Morena y la oposición, entre Claudia o Xóchitl en la elección presidencial.

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Al respecto, debe diferenciarse López Obrador como tal de su condición de jefe de gobierno. En el primer caso su protagonismo mediático y su eficaz conexión emotiva con buena parte de la sociedad propician su aceptación. Sin embargo, los mismos estudios muestran una muy baja aceptación al desempeño de su gobierno y la valoración del presidente hay 43% que está en desacuerdo. Los datos son dramáticos en materia de seguridad, salud y corrupción. Una paradoja, él con amplia adhesión popular y su gobierno reprobado.

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Morena y Claudia siguen la suerte de lo principal. Más aún, si se consideran las elecciones de 2021, es evidente que la popularidad no se traslada en la misma proporción en votos, aunque sirve para prevalecer, pero con una disminución significativa. No es lo mismo votar que responder inercialmente una encuesta. Además, en los sondeos de opinión refieren a toda la población y quienes votan son poco más de la mitad. Una proporción importante de las intenciones de voto se definen en los últimos momentos del día de la elección.

El desempeño del gobierno es el tema principal y, por su fuerte carga personal, resulta inevitable referirse a López Obrador en su condición de presidente no de líder social. En otras palabras, la contienda no debe centrarse en la persona, sino en el gobernante, en las decisiones tomadas como autoridad, los hechos en el gobierno, y en los resultados que impactan la calidad de vida de los mexicanos, quienes perciben condiciones de mayor inseguridad, más corrupción y peores servicios de salud y educación, percepción que se robustece con los datos duros, los reportes de instituciones especializadas y las opiniones de expertos.

Sin duda, el reto es mayúsculo precisamente por el ascendiente popular de López Obrador y por la parcialidad informativa de los grandes medios de comunicación, que al igual que muchos negocios marchan al tono del gobierno y del presidente. Todavía peor, el INE y el Tribunal Electoral viven su peor crisis en el más delicado momento, en la elección más crítica desde la alternancia de la presidencia. La consejera presidenta del INE, Guadalupe Taddei no entendió los términos de su liderazgo y ahora está asediada por consejeros y la misma burocracia profesional del instituto.

Efectivamente, los comicios de 2024 se dan en el marco de una elección de Estado. No es metáfora, tampoco exageración. El presidente, jefe de Estado y obligado constitucionalmente a la imparcialidad ha sido abierto promotor del voto para su causa; utiliza a las instituciones de Estado para agredir adversarios e impone a su candidata la agenda de la transformación con el anuncio de iniciativas que en sustancia modifican al régimen político y comprometen en sus fundamentos a la democracia mexicana.

La elección va más allá de elegir a un gobernante o a un partido. Para el oficialismo es la oportunidad de hacer trascender su proyecto autoritario en el ejercicio del poder, eliminando los contrapesos institucionales y la rendición de cuentas, las instituciones que garantizan el sufragio efectivo y la pluralidad de la representación parlamentaria. Para muchos esos temas no tienen importancia y para otros son inverosímiles y, efectivamente, también muchos de los afectados marchan al tono del gobierno y del presidente.

La oposición debe plantarle cara al gobernante que ha llevado al país a mal puerto; al presidente de la inseguridad, de la gestión criminal de la pandemia; al mandatario indiferente al feminicidio, a la violencia contra las mujeres, a las víctimas de ataques, al desabasto de medicinas, a los menores con cáncer; al presidente gastalón y arbitrario, al presidente cruel, amigo de la mentira e indiferente ante las atrocidades de los criminales. En fin, a un mandatario que pretende acabar con el régimen democrático y de libertades.

Columna de Federico Berrueta en SDP Noticias

Foto Moisés Nava

clh

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