“Enfermedad holandesa” una vez más

Actualmente la economía experimenta una gran entrada de divisas que trastoca su estructura productiva y la debilita.

“Enfermedad holandesa” una vez más

Los economistas llamamos “enfermedad holandesa” al fenómeno por el cual una economía experimenta una gran entrada de divisas que trastoca su estructura productiva y la debilita, con sus consecuencias en el empleo y en el bienestar de la población. Me explico: una entrada de dólares muy grande fortalece el tipo de cambio local pues la oferta de dólares es tan grande que lo abarata respecto al peso. Un súper peso aumenta el gasto de la gente en servicios y bienes de consumo de la gente, parte de ellos de origen importado y parte en bienes de origen nacional. Al aumentar la demanda el precio de los bienes tiende a subir, pero de manera diferenciada. El impacto sobre los precios de los bienes importados es mínimo pues su precio se determina a nivel internacional. Por ejemplo, los teléfonos celulares no aumentarán de precio en dólares si aumenta mucho su demanda por parte de mexicanos. Pero en el caso de bienes de origen doméstico, un aumento de la demanda sí aumenta los precios en pesos, como por ejemplo la renta de un departamento para habitación. Un buen ejemplo es la renta de departamentos en las grandes ciudades como CdMx, Guadalajara y Monterrey, pues su oferta no puede aumentar tan rápido como lo está haciendo la demanda. De hecho, dirían los economistas, el precio de los bienes “no-comerciables” (aquellos que no se comercian con el exterior, como terrenos y viviendas o servicios como cortes de pelo o mano de obra) aumenta mucho más que los precios de los “bienes comerciables” (aquellos que sí se pueden comerciar con otros países) puesto que los precios de los bienes comerciables están determinados por la oferta y demanda globales, no por la oferta y demanda de México.

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Por tanto, sigue el argumento para explicar la “enfermedad holandesa”, un tipo de cambio muy fuerte, como el súper peso, lastima a una empresa que exporta algún bien que en su producción emplea bienes no comerciables, pues no puede repercutir en sus precios finales el aumento de sus costos al aumentar el precio de los bienes no comerciales. Si quiere aumentar sus precios de venta, se sale de mercado. Por tanto, su rentabilidad disminuye y puede, en efecto, salir del mercado.

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Permítanme darles un ejemplo real: un productor exitoso de verduras del Bajío exportaba a Canadá vegetales de la dieta de los chinos para el consumo de la población china- canadiense en los meses de invierno. Exportaba dos tráileres refrigerados diarios llenos de verduras para ese mercado. Ahora, con el aumento de sus costos como los de mano de obra al subir los salarios, el precio de los combustibles, transportes y de otros insumos como fertilizantes, sus costos han aumentado significativamente, mientras que sus precios de venta, en pesos, han bajado. Es decir, su rentabilidad está en picada porque vende más barato y producir le cuesta más caro. Por tanto, este productor agrícola acaba de decidir dejar el mercado canadiense de verduras pues es excesivamente riesgoso. Cualquier pormenor le hace incurrir en pérdidas. Por tanto, está estudiando a qué mercado moverse, y será uno en que los precios sean en pesos, no en dólares. Ojalá lo encuentre, y rápido, para no aumentar el desempleo de trabajadores del campo que tenían trabajo y ya no lo tendrán.

La moraleja es, entonces, que una entrada de dólares abrupta (por ejemplo cuando el precio del petróleo subió y aumentamos enormemente nuestras entradas de dólares en la segunda mitad de los años 1970′s) debería ser una bendición. Pero en su lugar, se convierte en un problema y deteriora la competitividad de las empresas nacionales que producen bienes que son susceptibles de ser comerciados con el exterior.

Este fenómeno, me parece, está sucediendo hoy en México: el súper peso está sobrevaluado y todo mundo se siente que cada vez sus ingresos pueden comprar más. Y de hecho así es: el consumo de bienes importados aumentó 52% entre 2018 y 2023, mientras que el consumo de bienes nacionales apenas aumentó 4%. Pero el costo de ello es que las empresas nacionales están vendiendo menos y están perdiendo competitividad, al igual de las familias que reciben remesas que alcanzan cada día para menos. Ello ha influido sin duda en la lenta recuperación de la economía. Y sin embargo el gobierno actual está muy satisfecho pues logra colocar en la mente de la gente que sus ingresos están creciendo en dólares, aunque su poder de compra de bienes que no se pueden importar está en declive, y los niveles de empleo siguen apenas recuperándose por encima de 2018.

Y la siguiente pregunta es ¿de dónde y por qué están entrando tantos dólares a México en los últimos años? Dos razones principales: primero, altas tasas de interés que retienen y atraen capitales aunque ello signifique menor inversión en empresas. Y segundo, ingresos de dólares por remesas que se han vuelto varias veces más elevadas que las exportaciones petroleras y el doble de toda la inversión extranjera directa. Y cada vez hay más evidencia que una parte importante de esas remesas proviene del lavado de dinero y del crimen organizado.

Así que el dólar súper fuerte se parece cada vez más a una buena borrachera de consumo de bienes importados y viajes al extranjero que, sin embargo, refleja un deterioro en la salud de la economía y de la sociedad.

Columna de Enrique Cardenass en El Financiero

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