¿Qué diría Freud de la religiosidad de Xóchitl y Claudia... y de AMLO?

El peor momento de las campañas de ambas ocurrió en el Vaticano con el papa Francisco

¿Qué diría Freud de la religiosidad de Xóchitl y Claudia... y de AMLO?

Respuesta a la pregunta del título: No tengo la menor idea. No soy experto en Freud —en realidad, no soy experto en nada— ni sé si las candidatas presidenciales son ateas o creyentes, y en caso de que lo fueran, ¿qué religión practican?

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Leí que hay en el mundo más de 4 mil religiones, 4 mil 200 para ser preciso. Las hay teístas —monoteístas y politeístas—, pero también hay religiones no teístas, es decir, en las que no se da espacio a dioses creadores, como el budismo. ¿El panteísmo es una religión teísta o no teísta? Lo ignoro.

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Anoche vi una película en internet, La última sesión de Freud, en la que se discute la existencia de dios —¿debo escribir esta palabra con mayúscula, Dios, o está bien si la dejo en minúscula?—.

Según Fundéu, “la palabra dios solo se escribe en mayúscula cuando se alude al ser supremo de las religiones monoteístas, en las que funciona como propio por ser único”. En el filme, ¿Sigmund Freud y C.S. Lewis debatían sobre el dios de las religiones monoteístas o hacían referencia a los dioses de las creencias politeístas? El escritor Lewis, cristiano, evidentemente defendía la existencia de su dios creador, pero el ateo Freud quizá pensaba en cualquiera de los numerosos dioses que han aparecido en la historia —por cierto, ¿era realmente ateo el padre del psicoanálisis? Supongo que sí, aunque he sabido de algunas personas especialistas en su pensamiento que lo dudan—.

Después de ver la película —protagonizada por Anthony Hopkins (Freud) y Matthew Goode (C. S. Lewis)—, leí en Filmaffinity un resumen de críticas, en las que hay de todo:

“Los papeles estelares de Anthony Hopkins y Matthew Goode se ven socavados por una sobrecarga de subtramas”: Stephen Farber de The Hollywood Reporter. “Un drama sin sentido e inerte lleno de digresiones tediosas y banalidades filosóficas”: Kyle Smith de The Wall Street Journal. “Justo cuando crees que sabes todo lo que Hopkins puede hacer, investiga y se le ocurre algo nuevo”: Mick LaSalle de San Francisco Chronicle.

Busqué en internet más información sobre la película La última sesión de Freud y supe que antes fue una obra de teatro de Mark St. Germain. En 2009 el Financial Times le dedicó un texto interesante, del que cito sus primeros párrafos:

God Is Back pregona el título de un libro reciente de dos editores de The Economist. John Micklethwait y Adrian Wooldridge se refieren a un resurgimiento de la fe en todo el mundo, pero también podrían estar hablando de teatro estadounidense. El drama de Geoffrey Nauffts Next Fall, la nueva obra más animada del verano en Nueva York, dramatiza las tensiones en la vida de una pareja cuando uno es cristiano y el otro ateo”. “Ahora Freud’s Last Session de Mark St Germain… anima un debate aún más sofisticado que involucra creencia e incredulidad. En una esquina, recién llegado a Londres procedente de Viena: Sigmund Freud. En la otra, de visita desde Oxford y lleno del fervor de un converso: CS Lewis”. “Incluso si una reunión de este tipo en la vida real es apócrifa, proporciona una plataforma útil desde la cual lanzar algunos fuegos artificiales suaves. Aquí hay una charla interesante, pero poca trama. Al situar la historia en el apartamento de Freud en Londres en 1939, poco antes del comienzo de la guerra y del final (suicida) de la vida del psicoanalista, St Germain no tiene que esforzarse por encontrar grandes temas”.

Ha habido más películas sobre Freud. Una muy famosa, por la polémica entre el director John Huston y el guionista, el popular filósofo Jean Paul Sartre. Es curioso y entretenido lo que pasó entre ellos. Citaré sin comillas lo esencial de un artículo de 2009 de Página 12 escrito por Juan Forn:

En 1958, John Huston le ofreció a Jean Paul Sartre 25 mil dólares para que le escribiera un guión sobre Freud. Huston ya había dirigido en Broadway una obra de Sartre (A puerta cerrada) y mostrado interés en filmar otra (El diablo y Dios) y le importaba poco que Sartre tuviera poco respeto por el psicoanálisis Sartre envió una sinopsis de 95 páginas que a Huston le fascinó. Tres meses después llegó la primera versión del guión y Huston empezó a preocuparse: “La copia mecanografiada era más gruesa que mi muslo”. Así que invitó a Sartre a su castillo en Irlanda para trabajar juntos y de esa manera empezó la amarga comedia que deberían haber escrito y filmado en lugar de la vida de Freud. No más llegar, Sartre le escribe a Simone de Beauvoir: “No puedo decir que me aburra, Castor, hay que vivirlo todo al menos una vez. No he salido desde que llegué. La ciudad más cercana está a medio día de viaje. Miro los kilómetros y kilómetros de nada que nos rodean y, si no fuera por el pasto, diría que tiraron la bomba atómica. En cuanto al castillo, cada habitación rebalsa de objetos incongruentes: cristos mexicanos, lámparas japonesas, el Monet más feo que he visto en mi vida... H dice que vive aquí por la naturaleza, pero lo hace para evadir impuestos”. Huston, por su parte, escribió en su autobiografía: “Al principio admiré su habilidad para tomar notas mientras hablaba, pero después entendí que era imposible interrumpirlo. No paraba ni siquiera para tomar aire. Más lo miraba y más me convencía de que era el hombre más feo que había visto en mi vida. A veces me agotaba tanto, que tenía que salir de la habitación, y el murmullo de su voz me seguía por los pasillos, y cuando volvía a entrar él ni se había dado cuenta de mi ausencia”. Un día, Sartre amaneció con un terrible dolor de muelas. Huston ofreció trasladarlo a la civilización (léase Nueva York: ni en Dublín ni en el Londres de posguerra había odontología decente, según Huston). Sartre dijo que le bastaba un dentista del pueblo. Como Huston no conocía ninguno, Sartre encontró uno por las suyas, se hizo sacar la muela en cuestión de minutos y volvió aliviado al castillo. Cosa que llevó a Huston a comentar a su equipo: “Un diente de más o de menos es una cuestión intrascendente en el universo de un existencialista”. Finalmente, Sartre volvió a París y prometió enviar una nueva versión del guión. La que había llevado al castillo de Huston tenía cerca de cuatrocientas páginas (está publicada, es una gloria, se llama Freud, a secas). La que envió dos meses después era más larga aún, Huston optó por encerrarse con Wolfgang Reinhardt y Charles Kaufman (sus dos colaboradores en el documental de 1945) y le mandó a Sartre el guión convenientemente reducido. Este contestó una carta más larga que todo el guión, exigiendo que retiraran su nombre de los créditos, aunque buena parte del guión siguiera utilizando material suyo, por ejemplo el personaje de Cecily, que Sartre había compuesto basándose en tres de las pacientes iniciales de Freud y que quería que interpretase Marilyn Monroe. La idea era brillante. Pero Anna Freud, que supervisaba el tratamiento psicológico de Marilyn, le prohibió aceptar (además, desacreditó la película cuando se estrenó, razón por la cual, cuando Marilyn murió pocos meses después, Huston declaró: “No la mató Hollywood: la mataron sus psiquiatras”). El papel de Cecily cayó en manos de la inglesa Susannah York y el de Freud fue para Montgomery Clift.

En un artículo de The Guardian, Hannah Zeavin, estudiosa del psiconálisis, dijo que si se hubiera respetado el guion de Sartre la película habría tenido una duración de 12 horas. Demasiado para un filme, pero quizá conveniente para una serie de Netflix.

¿Qué habría dicho Sigmund Freud de la religiosidad de Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez? Repito que no tengo la menor idea. E insisto en que ignoro si ellas son monoteístas, politeístas, panteístas o ateas. Lo que sí sé es que el peor momento de las campañas de ambas ocurrió en el mismo santo lugar, el Vaticano. No valía la pena que visitaran al papa Francisco. Pienso que la sociedad necesita menos y no más religión, ello al margen de profundas o superficiales controversias filosóficas para demostrar lo indemostrable —algo que puede ser entretenido, sin duda, pero nada más—.

¿Qué diría Freud de la religiosidad de AMLO? Que se pasa... y es que, de plano, el señor presidente se pasa: menciona excesivamente a Cristo y esto es algo que no educa.

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SDP Noticias

Columna de Federico Arreola

Foto: Especial

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