Panorama sobre lo que podría propiciar la reforma judicial de AMLO en el gobierno de Claudia Sheinbaum y que involucra a Marcelo Ebrard
“Chess is a matter of delicate judgement, knowing when to punch and how to duck”.
La opinión que López Obrador tiene de sí mismo es demasiado alta para mal de la virtual presidenta electa. Así, el señor anunció que siempre no se quedará callado, que externará sus opiniones y que sus hijos podrán participar en política durante el sexenio que todavía no ha iniciado…
Pero el cómo AMLO la tiene maniatada no es lo único. De eso ya se ha dicho y escrito mucho. Lo que preocupa ahora es que ‘el cuatro’ que le plantó López Obrador a Claudia Sheinbaum lo capitalice Marcelo Ebrard. Porque no debió tratarse de quitarle el poder a la reina del tablero sino, por el contrario, de empoderarla. O eso se supone…
Ayer, luego de la reunión que Claudia y Andrés Manuel sostuvieron en Palacio Nacional para iniciar la tersa ¿transición? fue posible darse cuenta de nuevos elementos, especialmente por lo que se refiere a la reforma al Poder Judicial y lo que Claudia Sheinbaum propone.
¿López Obrador insistirá en que esta debe aprobarse antes de que él deje el poder? Ya dijo que no piensa pedirle a Sheinbaum que agilice el Plan C, lo cual espero no signifique exactamente lo contrario. Pero, independientemente de lo anterior, ella debe ampliar los márgenes de maniobra en lugar de cerrarlos, dado que la economía mexicana está prendida con alfileres (aunque ella, para calmar, la caída del peso se fuerce a decir lo contrario). La doctora Sheinbaum debe atender al unísono la creciente deuda del país, la desaparición de los fideicomisos (y del dinero ahí depositado), la falta de nueva Inversión Extranjera Directa (ha sido prácticamente nula desde 2018) y ¡la desastrosa situación de Pemex! Demasiadas bombas a punto de estallarle a la próxima presidenta.
Ahí está de ejemplo el caos financiero en Francia producto de un mal resultado electoral de acuerdo a los mercados… Se ha dicho hasta el cansancio: los extremos y radicalismos no gustan a nadie. Y si Sheinbaum ha leído lo que pasó en Francia, ya para ahora sabe perfectamente que el proyecto de López Obrador (y de Arturo Zaldívar) es todo menos adecuado. Que adoptarlo sería un balazo en ambos pies al gobierno que aún no inicia. Que significaría terminar con la confianza de los capitales (¡los nacionales!) en la presidenta electa mismo antes de que pueda tomar decisiones.
No pugnar de inmediato por una descabellada reforma a los pesos y contrapesos del Estado es lo adecuado. De lo contrario tengan por seguro dos cosas: (1) el más feliz sería Ebrard; (2) tendríamos a una presidenta que llegaría muy debilitada (con el país al borde del precipicio) y lista para la guillotina de la revocación de mandato. Porque el dichoso Plan C es debilitar a Claudia —además de un impacto económico fatal para el país—, tanto así que, al solicitar el plebiscito de la revocación, simplemente se votaría por su salida.
Implicaría que los morenistas sean extremadamente inconscientes… pero peores cosas le hemos visto a esos políticos.
Ayer, Claudia Sheinbaum entró sonriente a Palacio Nacional; se dejó tomar fotos, algunas muy bonitas, lo que sea de cada quien. Pero lo importante es que haya analizado muy, pero muy bien, lo que está propiciando quien dice quererla y respetarla (y lo que ya saboreaba Marcelo).
Hago votos, de verdad que los hago, desde mi posición crítica a Regeneración Nacional, que la visión de la reforma al Poder Judicial de Claudia Sheinbaum impere: (1) una consensuada entre la abogacía; (2) una que atienda a las voces expertas y agudas de este país y de otras latitudes; (3) una que comience por fortalecer los poderes judiciales locales; (4) una que escuche particularmente la voz de litigantes, de trabajadores y de víctimas.
La reforma judicial de AMLO no debe ser un regalo para quien quiere deshacerse de la primera presidenta de este país. Claudia no puede caer presa de una jugada de jaque mate para ella y para México.
Giro de la Perinola
La virtual presidenta electa no calmó la salida de capitales y por lo mismo una moderada depreciación del peso. Esperamos eso sea pasajero. Ella debe seguir intentándolo, no hay de otra.
Hasta ahora (y desde 2018) se sabía no había entrado IED nueva a nuestro país, pero que eso se compensaba con la fortaleza del peso, misma que a su vez se ha debido a: (1) volúmenes de remesas sin precedentes; (2) una balanza comercial favorable (muy importantes niveles de exportaciones de productos mexicanos a Estados Unidos); (3) la no salida de capitales (particularmente los de mexicanos) en estos últimos años. Lo segundo no variará de aquí a noviembre (o en otras palabras, no sacarán capitales e inversiones sino hasta que sepan de los resultados de las elecciones en su país). Son los otros dos factores que podrían verse afectados en México muy rápidamente.
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Columna de Veronica Malo en SDP Noticias
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