Venganza o justicia, la reforma va. La SCJN ha propuesto ajustes y AMLO acepta que se discutan, sin dar marcha atrás a la elección de jueves es y juezas en las urnas. Que sea lo mejor para el gobierno de Sheinbaum
Leyendo esta madrugada a dos mujeres inteligentes en Milenio recordé una frase de Daniel Cosío Villegas que el pasado sábado, en el mismo periódico, publicó Liébano Sáenz, también un tipo bastante espabilado. Las mujeres inteligentes son Viri Ríos y Ana María Olabuenaga; la frase de Cosío Villegas: “Quienes están adentro saben, pero no escriben; quienes estamos fuera escribimos, pero no sabemos”.
Lee Un vendepatriasUna de las analistas mencionadas, Olabuenaga, ha dicho que la reforma del poder judicial es una venganza de AMLO contra la SCJN porque esta invalidó sus proyectos más importantes, como el de llevar la Guardia Nacional a la SEDENA. La otra articulista, Ríos, asegura que hablar de venganza es una “idea ramplona” porque lo único que pretende el presidente López Obrador es controlar a un poder, el judicial, que se dio a sí mismo facultades extraordinarias que lo convirtieron en un antidemocrático superpoder.
Antes de continuar, una precisión importante para que no se me acuse de estar amarrando navajas entre dos colaboradoras serias del diario de don Pancho González, en el que participan no pocos colaboradores desvergonzados: Viri Ríos no ha usado el adjetivo ramplona para referirse a lo escrito por Ana María Olabuenaga, ya que con certeza ninguna había leído a la otra cuando redactaron sus argumentos. Además, me parece, Ríos utilizó tal expresión como sinónimo de idea simplona y no de idea vulgar o propia de gente sin cultura. Esto último lo afirmo porque nadie podrá negar un hecho: justa o injustamente la mayoría de quienes señalan al presidente López Obrador por vengativo contra la corte suprema son juristas con un elevado nivel intelectual.
¿Quién tiene razón, Olabuenaga o Ríos? No lo sé, quizá las dos. Los argumentos de ambas son interesantes, pero ninguna de ellas tiene toda la información, ya que ninguna “está adentro”, tal como diría Cosío Villegas —o como diría Liébano que diría Cosío Villegas; en esto de las frases célebres tomadas de sitios de internet especializados en cursilería nunca se sabe a ciencia cierta quién es el verdadero autor—.
Más allá de declarar ganadora en una disputa comentocrática a mi juicio irrelevante, lo cierto es que, venganza o necesidad de un mejor sistema de justicia, la reforma va. Inclusive ministros y ministras de la SCJN han decidido apoyarla: lo han hecho por la vía de proponer modificaciones o ajustes para quitarle algunos evidentes defectos que tiene. En la nueva circunstancia, el principal promotor de la reforma, Andrés Manuel López Obrador, ha aceptado que se discutan con seriedad algunas sugerencias más que sensatas de quienes integran la corte suprema, en el entendido de que no hay marcha atrás en la elección de las personas juzgadoras en las urnas.
He leído todos los discursos de ministros y ministras en las versiones publicadas por Reforma. Empezaré diciendo que ellas y ellas tienen razón, al menos en lo destacado por lo editores del periódico de Alejandro Junco de la Vega —conste: no hablo de editores y editoras porque en ese periódico sus directivos son casi todos como Jorge Negrete: machos entre los periodistas machos—:
1. Jorge Mario Pardo Rebolledo: “Tribunal de disciplina sería fiscal y juez”. 2. Lenia Batres Guadarrama: “Propongo limitar a los órganos del poder judicial”. 3. Juan Luis González Alcántara Carrancá: “En riesgo el acceso a una justicia independiente e imparcial”. 4. Javier Laynez Potisek: “Mayoría de juzgadores son honestos, competentes”. 5. Yasmín Esquivel Mossa: “Elecciones escalonadas para cargos que queden vacantes”. 6. Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena: “Una reforma mal hecha afectará la economía”. 7. Alberto Pérez Dayán: “Reforma impone un estudio profundo y la mayor serenidad”. 8. Loretta Ortiz Ahlf: “Seleccionar por mérito personal y capacidad profesional”. 9. Ana Margarita Ríos Farjat: “No desarreglar lo que funciona”. 10. Luis María Aguilar Morales: “Que no se pierda la independencia de los jueces”. 11. Norma Lucia Piña Hernández: “Estamos abiertos a un diálogo real”.
Ahora voy a tomar de los discursos de ministras y ministros, desde luego interpretado según mi lógica, lo que podría AMLO acceder a que se discutiera para incluirlo en la reforma del poder judicial:
(i) Aceptando que se elegirá en las urnas a las personas juzgadoras, encontrar mecanismos para garantizar su independencia. Ignoro cuáles podrían ser: es un tema sobre el que se debe reflexionar con toda objetividad y durante el tiempo que sea necesario. (ii) Que los requisitos fundamentales para llegar a las candidaturas a los distintos cargos de la judicatura sean el profesionalismo, la buena reputación, la experiencia —digamos, de más de 10 años— en cualquier espacio de la abogacía mexicana y pasar con calificación de 10 un difícil examen de conocimientos aplicado por un grupo de gente experta en derecho. (iii) Llevar a la práctica gradualmente los cambios, esto es, no quitar de un solo golpe a todos y todas los jueces, las juezas, los magistrados, las magistradas, los ministros y las ministras.
A mí me parecería razonable que la primera elección de personas juzgadoras coincidiera con el proceso electoral federal de 2027. Si la reforma va porque va y ya todo el mundo la acepta, ¿tiene sentido la prisa que casi seguramente provocaría problemas y, en particular, gastos extraordinarios para organizar una jornada adicional de votaciones en todo el país? Además, sería prudente que esa primera elección solo se votara por quienes reemplacen a la mitad de jueces, juezas, magistrados, magistradas, ministros y ministras. La otra mitad tendría que despedirse del poder judicial en la elección presidencial de 2030.
Eso es lo que yo haría, por supuesto pensando en no perjudicar la operatividad en los tribunales y con el propósito de no generar turbulencias financieras que la presidenta electa Claudia Sheinbaum no tiene por qué torear. Se trata de mi propia propuesta, pero ignoro lo que decidirán las mayorías en el Senado y en la Cámara de Diputados y Diputadas. Ojalá no se equivoquen.
Yo estoy afuera y escribo sin saber realmente lo que pasa adentro. Legisladores y legisladoras no escriben, pero saben más que yo. Tampoco escribe, no cada día, el y la que todo saben, el presidente Andrés Manuel López Obrador y la presidenta electa Claudia Sheinbaum Pardo. Por fortuna, Andrés Manuel pronto escribirá, ya que en el retiro tendrá tiempo para hacerlo: así que quizá en 2025 conoceremos en otro de sus exitosos libros su versión de la historia. Lo que Claudia contará probablemente será una obra editada en 2031. ¿Deben escribir los inistros y las ministras de la corte suprema? Quienes vayan a seguir en la grilla no escribirán nada: buscarán no hacer ruido para acomodarse donde sea. Quienes se retiren a la academia o al litigio, ojalá se atreven y publiquen, antes de que lo olviden, lo que hoy saben.
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Columna de Federico Arreola en SDP Noticias
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