Ha existido una larga y persistente estrategia para debilitar a las fuerzas políticas que se han atrevido a ser adversas a las definiciones del oficialismo
Una inédita declaración presidencial ocurrió en el contexto de responder al cuestionamiento que le fue planteado, respecto de la negociación realizada en el Senado de la República para que el partido en el gobierno alcanzara la mayoría calificada, necesaria para aprobar la reforma del poder judicial que impulsó desde febrero de este año.
Lee Sentimiento de orfandadLa expresión fue en el sentido de lograr un equilibrio entre eficiencia y principios; en los hechos conocidos, debe traducirse como un abandono de los principios para lograr eficiencia en la negociación política. A su vez, supone que se hace uso de las capacidades y fortaleza del Estado para someter y obtener respaldos que le eran negados por representantes de otras fuerzas políticas.
Lo que sucede en el despliegue de la escalada que se desata para lograr la connivencia de actores políticos de otros institutos, es poner en marcha una tendencia hacia desmantelar a la oposición y a diezmar a los críticos, tras el cometido de obtener los votos necesarios hacia el respaldo necesario para hacer avanzar las propuestas del gobierno.
En efecto, la presidencia no sólo ha puesto en pie una estrategia clara para colonizar a los organismos autónomos, sino también una destinada a diezmar a los opositores; de esa forma, la administración construye y pretende delinear o, mejor dicho, alinear a los partidos que le son adversos o antagónicos, para lo cual pone en juego el menú amplio de opciones que puede emplear bajo la fórmula del garrote o la zanahoria.
Ocurre que el estilo de este gobierno ha quedado más que visibilizado. Tal vez sorprendió cuando de pronto se supo que invitaría al entonces gobernador de Sinaloa, Quirino Ordaz Coppel, para ser embajador de México en España, lo que quiso vestirse de una cortesía motivada por una simpatía surgida del contacto entre un gobernador perteneciente a un partido distinto al del presidente , y del nexo construido con el propio jefe del Ejecutivo Federal. Pero pronto quedó claro que la generosa propuesta vino de la mano de la derrota del partido al que perteneció el sinaloense en el momento de renovarse el gobierno de esa entidad.
La fórmula entonces empleada se repitió con la invitación hecha a la entonces gobernadora priista de Sonora, Claudia Pavlovich, a fin de ser designada como Cónsul en Barcelona; por esa vía también operó la incorporación de Carlos Manuel Aysa González como embajador en Santo Domingo, y de lo que después sucedió con Hidalgo, cuando al exgobernador, Omar Fayad, lo promovieron como embajador de México en Noruega. En todos esos casos se trató de gobernadores y gobernadora del PRI que vivieron y escenificaron la derrota de su partido en la renovación de los gobiernos respectivos.
Como puede apreciarse, en ese momento el territorio de caza para el gobierno federal fue el PRI; pero esto sucedía en el marco de una organización e integración de ese partido, que resultaba poco compatible con el imperativo de ser una oposición antagónica y en condiciones de una controversia inherente a un gobierno agresivo para capturar a algunos de sus liderazgos. En ese contexto tuvo lugar una feroz escalada para perseguir y descalificar a Alejandro Moreno como presidente del PRI.
Difícil encontrar un parangón con la tremenda persecución que el presidente priista experimentó de parte del gobierno y de alguno de sus gobiernos, pues se trató de una acción sistemática y continuada a través de distintas vías, pero con el claro sello de quien la promueve. Frente a esa descarga, el PRI ha buscado su adecuación pues es evidente que su diseño y operación no resultaba compatible con las necesidades impuestas en el fragor de una clara confrontación con el gobierno, y de un gobierno con clara propensión a domesticar y colonizar a sus adversarios.
Esta es una etapa que puede considerarse como la más costosa de los últimos años, en lo relativo al precio a pagar en cuanto a ser un oponente abierto. La pluralidad política es corrosiva al gobierno y por eso se ha pretendido conjurarla por la vía de instaurar un sistema de partido hegemónico que avasalla a los oponentes y los reduce a su expresión mínima, con todos los medios a su alcance. No se trata de una moda o tendencia de la última fase de la administración, sino de una larga y persistente estrategia para debilitar a las fuerzas políticas que se han atrevido a ser adversas a las definiciones del oficialismo.
Se busca una eficiencia que es, pura y sencillamente, disposición para actuar sin medro, ni límites para coaccionar, ofrecer prebendas y canonjías, cuando se trata de ganar los votos necesarios para el desplante de las reformas constitucionales que se desea aprobar en la recta final de esta administración.
Eficiencia sin principios es una línea de estrategia que puso en marcha la administración desde su comienzo, pero que ahora la despliega con mayor vehemencia y descaro. La pluralidad y la democracia son sus grandes víctimas y sobre esos rieles el tren avanza, pero amenaza con descarrilarse.
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Columna de Samuel Palma en SDP Noticias
Foto Cuartoscuro
clh
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