Vivimos tiempos donde todo parece negociable, pero te aseguro que una buena reputación no está en venta. Se teje con hechos, con ética y con constancia
Hay cosas que el dinero simplemente no puede comprar: la confianza, el respeto, la credibilidad… y sobre todo, la reputación. Esa huella invisible pero indeleble que dejamos en cada persona, en cada trato, en cada decisión.
Lee Sin control de los maestrosEn un mundo cada vez más acelerado, donde lo superficial y lo inmediato parecen ganar terreno, la reputación es uno de los pocos activos que siguen creciendo con el tiempo y no con el presupuesto. Es el resultado de años de actuar con congruencia, de sostener la palabra, de hacer lo correcto incluso cuando nadie está mirando.
Una buena reputación abre puertas que ningún contacto puede forzar. Es la razón por la que alguien te recomienda sin que se lo pidas, te defiende sin que lo sepas o te sigue sin necesidad de convencerlo. En el sector público, en la empresa o en la vida personal, una buena reputación vale más que cualquier campaña o currículum.
Pero también es frágil. Se puede tardar décadas en construir… y segundos en destruir. Una mentira, un abuso, una omisión, y todo se desmorona. Y lo más grave: el daño a la reputación no se repara con dinero. Solo con verdad, con tiempo y con actos.
¿De dónde nace entonces una buena reputación? No de aparentar, sino de ser. De tener principios claros y sostenerlos en la práctica. De no traicionar lo que se dice ni a quien confió en nosotros. De actuar igual frente a todos: al cliente, al colaborador, al ciudadano, al adversario.
También se construye en lo cotidiano: cómo tratas al mesero cuando nadie te ve; cómo reaccionas ante una crítica; si cumples lo que prometes aunque sea incómodo o te cueste. Son esos detalles los que definen quién eres cuando los reflectores se apagan.
Hoy más que nunca, México y el mundo necesitan personas e instituciones con buena reputación. No solo que digan, sino que hagan. Que inspiren confianza, no por sus palabras, sino por su historia. Que puedan mirar a los ojos y decir: “Aquí estamos, y lo que decimos lo cumplimos”.
Porque al final, el prestigio real no se impone, se construye. No se presume, se percibe. No se hereda, se gana.
Vivimos tiempos donde todo parece negociable, pero te aseguro que una buena reputación no está en venta. Se teje con hechos, con ética y con constancia.
Que elijas cada día ser confiable. Porque cuando tu nombre vale más que tu firma, entonces estás haciendo las cosas bien.
Invierte en tu reputación. Es el único activo que te defiende incluso cuando tú no estás presente. Bien lo decía mi abuelo: !Cuida siempre tu nombre!
Mantente al tanto de todas las noticias de Puebla y el mundo. Haz clic aquí para seguir explorando nuestro portal.
Columna de Luis Wertman Zaslav en El Financiero
Foto Pexels
clh
Visitas: 257