Popocatépetl: vivir sin miedo a los pies de un volcán

Los pobladores de San Pedro Benito Juárez, entre la milicia y la migración

Popocatépetl: vivir sin miedo a los pies de un volcán

Atlixco, Pue.- Tras días de intensa actividad, el volcán Popocatépetl se ocultó entre la ceniza y el humo de los incendios aún activos por la caída de lava en las laderas de Don Goyo, que según doña Francisca, una mujer de 86 años de edad: “se enoja, se enciende, pero se apaga solo.”

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La densidad del ambiente que irrita los ojos contrasta con el púrpura de las bugambilias y el morado de las jacarandas que dan color al paisaje grisáceo por la ceniza, la cual cubre la pobreza económica en la que viven la mayoría de los 4 mil habitantes de San Pedro Benito Juárez, comunidad de Atlixco, ubicada a escasos 15 kilómetros del coloso, la segunda más cercana después de Santiago Xalitzintla, perteneciente al municipio de San Nicolás de Los Ranchos.

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Mientras en la Ciudad de México y Puebla, funcionarios federales y estatales anuncian acciones para una posible evacuación en caso de una contingencia por el Popocatépetl, en San Pedro Benito Juárez los niños van a clases y los adultos están ocupados en la estrategia que les permita cambiar de sacerdote, porque al padre Humberto le negarán el acceso. Lo acusan de déspota y de referirse a ellos como indios.

Su problema es el párroco, no el Popo

Por la mañana, los pobladores se reunieron en la plaza pública, entre la presidencia auxiliar y la iglesia afectada por el temblor del 19 de septiembre de 2017. El tema no fue el volcán, sino el apoyo que da uno de los fiscales al sacerdote y el rechazo de la población hacia éste, porque intenta llevarse el archivo de sacramentos al municipio de Coyula y por ende, ellos tendrían que viajar para obtener las constancias de bautismo, matrimonio o de algún otro sacramento, lo que no están dispuestos a hacer.

Al verlos reunidos en “el punto de seguridad”, ubicado entra la iglesia -cerrada aún- y la presidencia auxiliar de dos pisos, se pensaría que dialogan sobre los pasos a seguir en caso de una contingencia, pero no, les ocupa el cambio de sacerdote que está negociando el presidente auxiliar con la Secretaría General de Gobierno y la Arquidiócesis de Puebla.

Cuando por fin la plaza central se despeja. El silencio es interrumpido por el perifoneo a través del cual se comunican los locales. Una voz ronca que apenas se entiende, exhorta a voluntarios a tomar picos y palas para sofocar los incendios que deja la actividad del volcán.

Ni pensar que los bomberos de Atlixco subirán para ayudarlos. Las autoridades aseguran que en caso de contingencia enviarán camiones para evacuar a la población, pero en los hechos, el personal de Protección Civil solo llegó a las faldas del volcán a colocar sobre la pared con la leyenda despintada “punto de reunión”, un letrero que dice lo mismo, para regresar de inmediato por la ruta de evacuación que está siendo bacheada.

“Ellos (los bomberos) dicen que no pueden pasar de cierto perímetro porque es la orden de Protección Civil, pero estará de acuerdo que nosotros no podemos dejar que el fuego avance, es nuestra tierra, son nuestros recursos”, explica amablemente Mayra.

Generalmente, cada vez que el volcán tiene actividad, incendios en las laderas son sofocados por los lugareños, quienes realizan esa labor sin agua, lo hacen con tierra.

Cuando el incendio es muy grande, piden ayuda del Ejército y a veces vienen, agrega Mayra.

El impacto de la milicia en San Pedro Benito Juárez

Mayra es una mujer de 19 años de edad, de estatura media, complexión delgada y ojos encendidos. Ella va a ser soldado, como su hermano y su tío.

En este momento no estudia, pero se alista para ingresar al Ejército, confía que es mejor opción que irse a Estados Unidos.

En San Pedro Benito Juárez, los jóvenes migran mientras las personas de la tercera edad se dedican al cultivo de maíz, frijol, amaranto y aguacate. Sus producto los comercializan en la cabecera municipal, los días de mercado en Atlixco. Eso, si antes no les roban lo que siembran, como ocurrió el año pasado cuando unos jóvenes estuvieron a punto de ser linchados por el pueblo porque hurtaron los aguacates de unos vecinos, contó otra voz presente.

Siendo soldado, dice Mayra, ayudará a su familia y a su comunidad como lo hacen los uniformados que llegan a San Pedro Benito Juárez.

Pero ella tiene otro interés, la fotografía. Con su teléfono se ha dedicado a generar postales del volcán Popocatépetl. “Algunos me dicen que si son panorámicas, pero yo les digo que las tomo desde el techo de mi casa”, manifiesta con naturalidad.

Y es que, a partir del año pasado, en San Pedro Benito Juárez donde parece que el tiempo no transcurrió en los últimos 20 años –en 1999 el gobernador Melquiades Morales les pidió salir pero se negaron- , fueron instaladas antenas de dos telefonías que les dan acceso al mundo a través de internet.

No obstante, aunque puede estudiar cientos de profesiones como ha leído, ella mantiene la convicción que será soldado. Y, no es la única en su comunidad. Su interés por el Ejército también lo comparte Fionela, una pequeña de 11 años de edad que marcha sobre la plaza principal con una bandera blanca, acompañada de su amiga Yyaneli.

Nos gusta el espectáculo de colores: Fionela

Fionela e Iyaneli estudian la primaria. La primera será soldado y la segunda doctora.

Después de convivir 11 años con el Popo aprendieron a disfrutar. De hecho, es una de sus diversiones en un lugar, donde no hay cine, computadoras, videojuegos, ni celulares al alcance de los niños, etcétera.

Cuando el volcán ruge y saca fuego, ellas salen a observar “el espectáculo de colores”, expresan en medio de una sonrisa cohibida. Y, cuando solo emite fumarolas, dedican tiempo a observar “las figuras que se forman como elefantes y otras cosas”.

No obstante, a su corta edad tienen más conciencia que los adultos mayores, del peligro que representa vivir cerca del volcán.

Con la seguridad de un experto, Fionela explica que ella y su familia están listos para salir en caso de que el volcán haga erupción, porque les han explicado que “una nube piroclástica” puede llegar hasta San Pedro Benito Juárez y eso los mataría.

A diferencia de Fionela e Iyaneli, Roberta está por cumplir los 90 años, pero tienen algo en común, la sonrisa amplia y una bondad que dan tranquilidad. Roberta confiada expresa que “solo Dios sabe que les va a pasar”.

“Desde niña cuando escuchaba al volcán suspiraba, nomás que no sabía cómo voy a rezar (sic), pero decía: en el nombre del padre, del hijo y del Espíritu Santo, que no me pase nada.” Y así, con esa convicción, bendijo a la que esto escribe, para un buen regreso por una de las rutas de evacuación, con señalética desgastada, llena de vados y con uno que otro bache.

Fotografías Mayra Rojas y Claudia Lemuz

clh

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