El escenario que tenemos frente a nosotros es cada vez más complejo, pues a la emergencia de salud se le suma la crisis económica
Hoy, mientras tanto, el escenario que tenemos frente a nosotros es cada vez más complejo, pues a la emergencia de salud se le suma la crisis económica que, como resultado de la pandemia a nivel mundial, se agudizó de manera alarmante.
Lee Hasta con tanque de oxígeno turistas llenan playas de AcapulcoDurante estos días intentamos revestir nuestras emociones en las diferentes expresiones de la tradición y las costumbres que conforman lo habitual en esta época. Un intento que se vio determinado por la necesidad de cumplir con las recomendaciones y los protocolos que puedan evitar un mayor número de contagios de la covid-19. Así, todos los días han implicado una novedad, retos que difícilmente hubieran formado parte de nuestros planes hace un par de meses; sin embargo, conforme avanzaba la duración de esta pandemia, hemos comenzado a entender el peligro que implica nuestra propia dinámica social ante la emergencia que nos ha tocado vivir.
En el mes de marzo creíamos, alentados por el discurso gubernamental, que aún brillaba por su sonrisa, que todo sería pasajero y que la duración de esta pesadilla sería muy breve. Los días y los meses han transcurrido con la pesadumbre que implica el número de personas que han muerto y los contagios de los cuales tenemos noticia hasta el día de hoy. Ya el futuro y quienes estudien lo sucedido durante estos meses nos dirán si las cifras oficiales correspondieron a la realidad del país.
Hoy, intuimos que no es así y que el subregistro de defunciones y contagios es algo que no se ha logrado dimensionar adecuadamente y, quizá, comprender que la estadística de 121,837 defunciones (cifra proporcionada el día 25 de diciembre por las autoridades de salud) era apenas el asomo de una desgracia de mayores proporciones. Quizá, en ese futuro, el horror de lo que ha implicado esta época adquiera otros matices y se lleve a cabo un juicio más certero acerca de las confusas acciones y las responsabilidades de un gobierno más preocupado por fomentar la división social y articular un discurso orientado a justificar sus propias acciones ante la mirada cada vez más crítica de ciertos sectores sociales.
Si López Obrador ha sido capaz de burlarse de la palabra empatía —la calificó como un inventó neoliberal— en una época en la que se necesita de ésta y de otras tantas palabras que brinden certeza y verdadero humanismo, entendemos cuál es su línea discursiva: el “no está solo” dirigido a López-Gatell, al ritmo de mitin y con su peculiar lenguaje corporal. Y, por supuesto, tampoco podremos dejar de lado lo que como sociedad dejamos de hacer conforme avanzó el tiempo de nuestra cuarentena: ser responsables y, quién lo diría, empáticos, en medio de la emergencia.
Hoy, mientras tanto, el escenario que tenemos frente a nosotros es cada vez más complejo, pues a la emergencia de salud se le suma la crisis económica que, como resultado de la pandemia a nivel mundial, se agudizó de manera alarmante.
Cada nación generó, bien o mal, políticas y estrategias de apoyos que impidieran el colapso de sus propias economías y sus respectivas proyecciones de recuperación para el año que está por iniciar. Sin embargo, en el caso de nuestro país, el panorama que se comienza a vislumbrar no es de un paisaje escampado y brillante: durante los próximos meses estaremos en medio de una batalla electoral que ya ha iniciado. Así, a partir de la dinámica con la que se ha conducido el presente gobierno, no es difícil imaginar cómo podrían orientarse las estrategias para hacerle frente a la crisis económica.
Será una época de discursos triunfalistas y de mayor división social en medio de una crisis que, para ser resuelta, justamente necesita lo contrario. Un pequeño ejemplo de esa nueva sonrisa por parte de los miembros del gobierno lo tuvimos con la llegada de las primeras vacunas. Ante este escenario, cabe enfatizar que el uso político de esta vacunación sería poco menos que perverso: hoy, las exigencias tendrían que estar orientadas a la existencia de un programa de salud y las estrategias que puedan mediar de manera eficaz la distribución de las tan anheladas vacunas contra la covid-19. Sin embargo, no tardará en aparecer el uso faccioso de la palabra esperanza y su significado, como una moneda de cambio para tirios y troyanos.
Se avecinan meses que, como sociedad, terminarán por agotarnos. A todas las dificultades que nos hemos enfrentado, sólo nos faltaría atizar la violencia en el campo político y, por consiguiente, en lo social. Así, los nubarrones amenazan al paisaje del futuro inmediato bajo la sombra de unas elecciones que serán determinantes en el rumbo del actual gobierno y nuestra sociedad. Preparémonos para una etapa que será el triste reflejo de lo que hemos sembrado a lo largo de estos meses. Pero lograremos resistir, como lo hemos hecho en otras épocas.
Columna de Carlos Carranza
Excélsior
Foto: Archivoe
cdch
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