Un poco de realismo no le hace mal a nadie. Qué bueno que la izquierda se dé cuenta de que no existe —no ahora— ninguna posibilidad de cambiar verdaderamente al sistema, que es global, guste o no
Enrique Quintana, director de El Financiero, es un hombre serio y preparado. Tristemente, la circunspección y el conocimiento que le caracterizan no le han quitado lo misógino. Necesita reeducarse.
Lee Desplome de las criptomonedas, ¿qué sigue?Ha contado el mencionado periodista la famosa anécdota del pollo del presidente Adolfo Ruiz Cortines. En su sexenio (1952-1958)), convenció a todos en el gobierno y en la prensa de que su sucesor iba a ser el secretario de Agricultura, su amigo Gilberto Flores Muñoz, apodado El Pollo.
Pero, a la hora de decidir, Ruiz Cortines destapó a Adolfo López Mateos. “Perdimos, Pollo”, fue la respuesta del presidente a Flores Muñoz cuando este reclamó no haber sido seleccionado.
Tiene razón Enrique Quintana, el presidente López Obrador puede actuar como Ruiz Cortines frente a quienes ha convencido de que obtendrán la candidatura presidencial de Morena para el 2024, a saber: Claudia Sheinbaum Pardo, Marcelo Ebrard Casaubón y Adán Augusto López Hernández.
El problema del análisis del periodista Quintana es el mal uso del lenguaje. Cito al director de El Financiero “Pero, como Ruiz Cortines, tenga la certeza de que AMLO no tendrá ningún empacho para decir: ‘perdimos pollo’… o ‘perdimos pollita’…”.
¿Por qué el diminutivo —dado el contexto, muy despectivo— para referirse a la única mujer que aspira a la candidatura morenista?
Entiendo que sería de mal gusto utilizar la palabra polla, pero para emparejar el marcador Quintana pudo haber recurrido a pollito y pollita: “perdimos pollito”, “perdimos pollita”. Es lo que pienso.
El hallazgo
“Sacuden al mundo cuatro crisis a la vez: Foro de Davos”. Esta es la nota principal de La Jornada hoy martes. Cuatro crisis que se entrelazan: inflación, crisis energética, pobreza alimentaria y emergencia climática.
En Davos, Suiza se han reunido representantes —empresariales y políticos— de las personas que controlan la economía mundial.
Participan en esta reunión de Davos algunos mexicanos —supongo que mexicanas también—, como los periodistas Sergio Sarmiento y Carlos Mota, dos ideológos del empresariado nacional.
La nota es que el gobierno de México no envió a nadie al evento. Según Sarmiento, nuestro país perderá oportunidades de inversión porque ni el presidente AMLO ni gente de su gabinete asistieron a la Reunión Anual del Foro Económico Mundial.
No estoy de acuerdo con el señor Sarmiento, columnista de Reforma y conductor del principal noticiero de El Heraldo Radio. México es un país muy grande cuya economía atrae inversiones de todas partes sin que haya necesidad de que la clase política pierda el tiempo en turismo de convenciones, por ruidosas que sean, como la de Davos.
Inclusive puede ser bueno para México que el gobierno no haya acudido al Foro Económico Mundial porque, en no pocas ocasiones, las ausencias se notan más que las presencias.
Lo cierto es que hay gente enamorada de la reunión de Davos, como Sarmiento y Mota. Este último, periodista económico bastante competente, vive obsesionado con el mencionado poblado suizo.
En fin, los ricos se reúnen, planean, pactan. Son los que mandan en el mundo y lo evidencian en lugares como Davos.
La Jornada, diario de izquierda en el que sus periodistas estaban en el convencimiento de que con la 4T el neoliberalismo había muerto, han descubierto gracias a la reunión en los Alpes suizos que —lo dice la Rayuela— “el neoliberalismo no ha muerto. ¡Vive en el corazón de Davos!”.
En el corazón de Davos, sí, pero también en el espíritu de los ultrarricos mexicanos que, tal como lo celebró recientemente Andrés Manuel, no han perdido dinero con el primer gobierno de izquierda.
¿Por qué festeja el presidente López Obrador la riqueza de los ricos? Porque, pragmático como es, sabe que aquí aplica el cuento: cuando México despierte de su sueño izquierdista, el neoliberalismo seguirá ahí.
Un poco de realismo no le hace mal a nadie. Qué bueno que la izquierda se dé cuenta de que no existe —no ahora— ninguna posibilidad de cambiar verdaderamente al sistema, que es global, guste o no.
Columna de Federico Arreola en SDP Noticias
Foto Reuters en SDP
clh
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