El mundo que AMLO no ha visto

El presidente AMLO no irá a la Cumbre de las Américas mientras en el panorama mundial se discuten temas como la recesión, la guerra y las cadenas de distribución

El mundo que AMLO no ha visto

Después del Foro Económico Mundial de Davos, ¿qué aprendimos? Retomo aquí los puntos de vista de tres extraordinarios analistas.

Lee En busca del crecimiento perdido

Primero, Martin Wolf publicó ayer en su columna del Financial Times su reflexión sobre el estado del mundo:

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El mundo está amenazado “por la espada, por el hambre y por la peste”. Primero el Covid, luego la guerra contra Ucrania y después el hambre. Se han interrumpido las exportaciones de alimentos, fertilizantes y energía. Esto nos recuerda nuestra vulnerabilidad a los impactos impredecibles, por desgracia, no inimaginables. “Es la política, estúpidos”. Ya no se puede asumir la primacía de la economía. La nuestra es una era de guerras culturales, políticas de identidad, nacionalismo y rivalidad geopolítica. Es también una era de división, dentro y entre los países. La tecnología continúa su marcha transformadora. El shock del Covid trajo consigo dos sorpresas: la capacidad de llevar a cabo gran parte de nuestra vida normal en línea; y la capacidad de desarrollar y producir vacunas efectivas a una velocidad asombrosa, sin poder entregarlas por igual. El mundo también está dividido de esta manera. Las divisiones políticas entre las democracias de altos ingresos, por un lado, y Rusia y China por el otro, ahora son profundas. Las guerras son transformadoras. La oferta de China a Rusia, de una asociación “sin límites”, puede haber sido decisiva en la decisión de Putin de arriesgarse a la invasión. Su guerra es un asalto a los intereses y valores occidentales. Ha unido a Estados Unidos y Europa. China no puede ser un socio de confianza. La marcha hacia el totalitarismo en ambas autocracias ampliará la división global. A pesar del ascenso de China, Occidente, definido como las democracias de altos ingresos, es enormemente poderoso. Según el FMI, estos países seguirán representando el 42% de la producción mundial en paridad de poder adquisitivo y el 57% a precios de mercado en 2022, frente al 19 % de China, en ambos. También emiten todas las monedas de reserva importantes. China tiene más de 3 billones de dólares en reservas de moneda extranjera, mientras que EE. UU. no tiene casi nada. Pero puede imprimirlos. La capacidad de EE. UU. y sus aliados para congelar una gran proporción de las reservas de divisas de Rusia muestra lo que significa este poder. El poder occidental no es solo económico. También es militar. Occidente está profundamente dividido, dentro de los países y entre ellos. El asalto de Donald Trump a la democracia está muy vivo. Si vuelve al poder, la unidad occidental colapsará. A largo plazo, es probable que Asia se convierta en la región económica dominante del mundo. Los países emergentes del Este, Sureste y Sur de Asia tienen la mitad de la población mundial, frente al 16 por ciento de todos los países de ingresos altos juntos. Según el FMI, el producto real per cápita promedio de estas economías asiáticas aumentará del 9 por ciento del de los países de altos ingresos en 2000 al 23 por ciento en 2022. Las democracias de altos ingresos tendrán que mejorar su juego político si quieren persuadir a los países emergentes y en desarrollo para que se pongan del lado de ellos contra China y Rusia. La cooperación global sigue siendo esencial. Por profundas que sean las fisuras, compartimos este planeta. Todavía necesitamos evitar guerras catastróficas, el colapso económico y, sobre todo, la destrucción del medio ambiente. Los rumores de la muerte de la globalización son exagerados. La mayoría de los países saben que el comercio no es un lujo sino una necesidad. La perspectiva más probable es que el comercio se vuelva menos estadounidense, menos occidental y menos dominado por los fabricantes. Es probable que el comercio de servicios se dispare, impulsado por la interacción transfronteriza en línea y la inteligencia artificial. Las posibilidades de que la humanidad evite el cambio climático dañino son escasas. Las emisiones cayeron en 2020 debido a Covid. Pero la curva sigue sin doblarse. La inflación se ha desatado como no se veía desde hace cuatro décadas. Es una pregunta abierta si los bancos centrales mantendrán su credibilidad. La alta inflación y la caída de los ingresos reales son una combinación políticamente nociva. Seguirá la agitación.

Premio Nobel de Economía da su postura sobre una recesión mundial

Segundo, Michael Spence, premio Nobel de Economía y profesor de Stanford, escribió el martes, en el sitio de Project Syndicate, sobre la economía mundial en transición. Plantea algunas preguntas:

¿Se avecina una recesión?

Una recesión mundial —definida como dos trimestres consecutivos de crecimiento negativo del PIB— sigue siendo poco probable (aunque un gran impacto, como la expansión dramática del conflicto o trastornos repentinos y significativos en un mercado clave, como el energético, podrían cambiar esta perspectiva). Algunas economías se contraerán. Rusia, por las sanciones. Europa, por los elevados precios de la energía. Otros países con menores ingresos, por el aumento de los precios de los alimentos. Estados Unidos transita a una desaceleración económica, pero no es el escenario de una recesión. China se encamina a un crecimiento de un dígito durante al menos un año.

¿Cuál es la trayectoria de la inflación?

La causa inmediata de los recientes aumentos de precios son los bloqueos y desequilibrios entre la oferta y la demanda en la cadena de aprovisionamiento. La guerra en Ucrania intensificó la presión al alza sobre los precios de la energía, los productos básicos y los alimentos. En parte esto será transitorio (aunque se prolongará más de lo esperado inicialmente). Pero hay otras preocupaciones. Cerca del 75% de la población que forma parte de la economía mundial está envejeciendo, la participación de la población económicamente activa cae y el crecimiento de la productividad muestra una tendencia a la baja. La capacidad productiva ociosa en las economías en vías de desarrollo es menor.

¿Cómo seguirán el sector tecnológico y la transformación digital?

Los confinamientos y otras medidas de salud pública aceleraron la adopción de las tecnologías digitales durante la pandemia; pero, a diferencia de lo que esperaba el mercado, es probable que esta tendencia pierda fuerza cuando se eliminen las restricciones. Los mercados de renta variable generaron valuaciones que ni en su mejor momento hubieran sido realistas. En una época en que la inflación se dispara, la política monetaria es más restrictiva y las proyecciones de crecimiento decaen, los mercados comenzaron a ajustar. Las transformaciones digital, energética y biomédica en curso son importantes y tienen un efecto relevante en la economía.

¿La guerra en Ucrania, la decisión europea de reducir su dependencia del petróleo y el gas rusos, y los exorbitantes precios de los combustibles fósiles obstaculizarán la transición hacia una economía con bajas emisiones de carbono?

Afortunadamente, hay buenos motivos para creer que eso no ocurrirá, al menos no de forma duradera. Los elevados precios de los combustibles fósiles generan un fuerte incentivo para que los países y los consumidores aumenten la eficiencia energética e inviertan en soluciones energéticas sostenibles. El elevado precio de los combustibles fósiles tendrá efectos distributivos adversos entre los países y dentro de ellos, similares a los que crearía un impuesto regresivo, pero son efectos mitigables (idealmente, a través de alguna forma de redistribución del ingreso). Lo que los gobiernos no deben hacer es subsidiar a los combustibles fósiles regulando los precios finales por debajo de los niveles de mercado, ya que esto debilitaría los incentivos para buscar opciones más sostenibles. La geopolítica también refuerza los incentivos al uso de energías limpias: a diferencia de los combustibles fósiles, las energías renovables no generan dependencias externas. La transición verde es entonces un poderoso mecanismo para aumentar la resiliencia y reducir la vulnerabilidad frente al uso del control de la provisión energética como arma. En el corto plazo es posible que las economías europeas recurran a energías sucias, como el carbón, para satisfacer sus necesidades, pero esto no tiene por qué implicar el fracaso de la transición energética.

Joseph E. Stiglitz sobre la “desglobalización”

Tercero, Joseph E. Stiglitz, Premio Nobel de Economía y profesor en la Universidad de Columbia, nos ayuda a entender Davos y la desglobalización:

Un foro tradicionalmente comprometido con la defensa de la globalización estaba preocupado principalmente por los fracasos de la globalización: cadenas de suministro alteradas, inflación de los precios de los alimentos y de la energía y un régimen de propiedad intelectual que dejó a miles de millones de personas sin vacunas contra el Covid-19 simplemente para que unas pocas compañías farmacéuticas pudieran ganar miles de millones de dólares. Entre las respuestas que se propusieron para estos problemas figuran “repatriar” la producción o “instalarla en países confiables”, e implementar “políticas industriales destinadas a aumentar las capacidades de producción de los países”. Atrás quedaron aquellos días en que todos parecían estar trabajando para un mundo sin fronteras; de repente, todos reconocen que por lo menos algunas fronteras nacionales son esenciales para el desarrollo económico y la seguridad. Para quienes alguna vez defendían una globalización sin restricciones, el nuevo conjunto de políticas propuestas implica que las reglas del sistema de comercio internacional se quebrarán. El problema no es sólo la globalización. Toda nuestra economía de mercado ha dado pruebas de falta de resiliencia. Los mercados son nefastos a la hora de “valorar” el riesgo (por la misma razón que no ponen precio a las emisiones de dióxido de carbono). Como reconocía Adam Smith en el siglo XVIII, el capitalismo no es un sistema autosuficiente, porque hay una tendencia natural hacia el monopolio.

Cuando Rusia invadió Ucrania, fue condenada casi universalmente y de inmediato. Pero tres meses después, los países en desarrollo han adoptado posturas más ambiguas. Tal vez si el presidente AMLO decidiera participar en la Cumbre de las Américas, podría plantear al presidente Biden que la mejor manera de proceder para Estados Unidos sería mostrar una mayor solidaridad con los países en desarrollo, ayudándolos a gestionar los crecientes costos de los alimentos y de la energía.

Columna de Javier Treviño en SDP Noticias

Twitter: @javier_trevino

Foto SDP

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