Cualquiera puede ser migrante pues la necesidad del desplazamiento tiene más que ver con las condiciones del país de origen que con las ganas deliberadas de “no trabajar”
La política pública en migración quedó rebasada desde el momento en que se ofertó un futuro imposible de brindar: salud, empleo, programas, estancia y paz que ni siquiera comunidades locales han podido disfrutar.
Lee Pide arzobispo de Puebla por 39 migrantes fallecidos durante Domingo de RamosLa gota que derramó el vaso fueron los 105 migrantes víctimas de una red de traficantes entre Guanajuato y San Luis Potosí que cerca de Matehuala, crearon una guarida de retención y secuestro por él que solicitaban de 60 mil pesos por persona en adelante. Coincide el mapa con la ruta de fosas clandestinas, como si aquellos sin familiares -o sin dinero- tuviesen ganado su lugar anónimo en la tierra de nadie donde se sepultan los sueños.
En la superficialidad de la Cuauhtémoc, en la Ciudad de México, la alcaldesa superficial ordenó el retiro de un pequeño emprendimiento donde se vendían arepas a pie de banqueta. Eso sí, los tacos, quesadillas, dulceros y anafres ambulantes (pero mexicanos) se quedaron intactos. Tal vez porque la cuota que destinan mensualmente a la alcaldía era suficiente o tal vez, porque sus historias no pintan una estancia temporal igual que la de las personas de Haití que pernoctan a las afueras de Gobernación, igual que la de los venezolanos en los parques de la Juárez o que la de los nicaragüenses pidiendo ayuda en Reforma y Tabacalera.
Me pregunto cómo sería el trato a los migrantes si es que ellos votaran. Probablemente, Marcelo Ebrard montaría campamentos humanitarios mientras que Adán Augusto les entrega las identificaciones tipo INE temporales. Tal vez, hasta la xenófoba Sandra Cuevas acudiría a “entablar diálogo” o de plano, armaría una “consulta vecinal” para saber si les reconoce el derecho más básico a existir. En una de esas, reconoce que tienen derecho a la ciudad y a compartir su cultura.
Si es que los migrantes votaran existiría su propio padrón y tal vez, sus desapariciones, asaltos, secuestros y asesinatos estarían nombrados y contabilizados por México. Probablemente, las fosas llenas de anónimos podrían tener una huella digital que les identifique, aunque ni las mujeres mexicanas corren con tanta suerte.
Tal vez, los políticos emanados del PRD revivirían aquella práctica de convencer foráneos para engrosar afiliaciones partidistas y de pronto, habría ciudades llenas de aficionados agradecidos con aquellos que les dieron una nueva tierra que habitar aunque aquella no fuese estrictamente legal. Definitivamente, si votaran tendrían acceso a la mitad de la mitad de aquello a lo que acceden hoy los ciudadanos mexicanos, Ello por la simple razón de que representan un coto o ganancia, y vaya que ante el pragmatismo del triunfo electoral y la recompensa en urnas, parece que solo eso es lo que convence. Y no los derechos fundamentales, ni los convenios internacionales, ni hablar de los derechos de infantes migrantes y menos de mujeres, porque ellas incomodan.
A propósito de la “Ley Mendieta”, sería interesante que así como será constitucional que personas extranjeras opinen y formen parte de la vida política, las mismas personas extranjeras en condición migrante pudieran votar. De lo contrario, el mensaje de racismo o de predilección a cierto tipo de migrantes blancos quedaría exhibida. Ojalá recordemos también que cualquiera puede ser migrante pues la necesidad del desplazamiento tiene más que ver con las condiciones de país que con las ganas deliberadas de “no trabajar”, como algunos vecinos de Cuauhtémoc en Ciudad de México acusaron.
POR CIERTO; la blanquitud no es únicamente un color de piel sino un conjunto de creencias reflejado en una actitud de poder y supremacía sobre otros seres humanos a los que, por raza, color, origen, estética, o clase se les considera inferiores. Interesante debate el que se ha vivido después de que Tenoch Huerta vistiera prendas de la artesana maestra Feliciana proporcionadas por una cadena de activistas que integra el colectivo “Poder Prieto” en el que se acusa que nadie reconoció el diseño, origen, cultura, ni autoría de la maestra. La opresión no se trata de color sino de abuso de poder.
Columna de Frida Gómez en SDP Noticias
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