Gente influyente de izquierda ruega a su dios infundirle a la presidenta Sheinbaum ira y odio contra quienes piensan distinto. Ira y odio, sentimientos que acaben con la paz, que es mortal para los fanáticos
No me considero melómano. Nada más, como a mucha gente, me gusta la música, particularmente la ópera. Durante la mayor parte de mi vida la disfruté, pero sin haberle dedicado demasiado tiempo a escucharla. Fue gracias a mi nieto mayor, hace unos 10 años, que empecé verdaderamente a interesarme en cierto estudio —mínimo, pero estudio al fin— de las creaciones operísticas de Wagner, Bellini, Mozart, Rossini, Donizetti, Puccini, Verdi, Bizet, Massenet, etcétera. ¿Gracias a mi nieto? Creo que ya he contado el porqué. Lo hago de nuevo.
Lee El gran reto de la presidentaAlguna vez, cuando el niño tenía unos cuatro años de edad, yo lo estaba cuidando —no recuerdo a dónde había ido mi hija— y él se puso a llorar. Y si digo llorar me refiero, precisamente, a llorar: berridos espantosos. Para calmarlo intenté todo: cargarlo, darle dulces, llevarlo a donde tenía sus juguetes. Nada funcionó. Entonces, como última opción, traté con música. La música amansa a las fieras, dice el refrán. Desde luego, el niño no era un salvaje, pero lo parecía: nada es más difícil de soportar que el llanto infantil.
Así las cosas, busqué en mi celular, en YouTube, canciones de películas de Disney. Recordaba haber leído acerca de Mulan o inclusive haber visto ese filme. No tengo idea de por qué en vez de llevarme a Mulan, internet me llevó a Norma, la opera de Vincenzo Bellini, específicamente al aria Casta Diva interpretada por Maria Callas. Este es el video:
En el video no canta de inmediato la diosa terrenal —así llamó Héctor Palacio a Callas en un artículo bastante interesante—. Se escucha la música y ella, durante 1 minuto y 30 segundos, solo cruza los brazos y mira a ningún lado, o tal vez hacia dentro de sí misma, con una expresión en el rostro verdaderamente deslumbrante: bellísima la soprano, con una personalidad cautivadora.
Ese minuto y medio sosegó al niño. ¿El primer amor de mi nieto? Quizá. Él no lo recuerda y se burla de mí si se lo digo. El hecho es que el pequeño dejó de llorar, así que no hubo necesidad de seguir con el aria, que según me ha dicho el tenor Palacio no solo es una de las más importantes del bel canto, sino técnicamente la más difícil de interpretar para las sopranos. Por cierto, en 1950 María Callas debutó en el Palacio de Bellas Artes de México con la ópera Norma. Debió haber sido un acontecimiento de relevancia en la capital de nuestra nación.
En fin, mientras mi nieto crecía muchas veces lo entretuve con videos de arias de María Callas, y quizá por eso a los 8 años él se había aficionado a la ópera: a esa edad fue la primera vez que me pidió lo llevara a un teatro, y lo hice. Hemos repetido la experiencia durante ya bastante tiempo: creo que es la única actividad que realmente realizamos juntos. El futbol, que le apasiona, lo disfruta con sus primos, su tío, su padre y sus amigos.
A lo largo de poco menos de la mitad de su vida —el niño ya es un adolescente que pronto cumplirá 14 años— de vez en vez hemos analizado las historias operísticas, sobre todo las más trágicas. ¿Morbo? No lo sé. Recientemente se sumó al club el segundo de mis nietos —a ambos les llama ahora mucho la atención el drama de Madama Butterfly, no tanto por la forma en que Cio-Cio-San se suicida, sino por la causa que le obligó a quitarse la vida—. No es malo que además de dejarse seducir por el futbol dediquen unas horas a tan terribles infortunios de ficción convertidos en arte musical y teatral.
Hace un par de meses tomamos la decisión de analizar lo que pasa en la excesivamente violenta ópera Norma, sí, la del aria Casta Diva. Siempre me toca a mí leer un poco el libreto, de tal modo de prepararme antes de platicarlo, cuando se presente la oportunidad, con los pequeños ya no tan niños. Ahora sé que Norma es la suma sacerdotisa de los druidas, pueblo sometido por los romanos. En el inicio de la historia, en un bosque sagrado, exactamente donde se ubica el Irminsul, que es el árbol que conecta la tierra y el cielo, Oroveso, padre de Norma, arenga a los druidas para convencerlos de la necesidad de la guerra. Estos se dejan persuadir con facilidad y piden a su dios violentar a la líder:
“Con tu aura profética,
oh dios terrible, inspírala;
infúndele, oh Irminsul,
ira y odio contra los romanos,
sentimientos que acaben
Aterrador llamado a la violencia: “Infúndele a Norma, oh Irminsul, ira y odio contra los romanos, sentimientos que acaben con esta paz, para nosotros mortal”. La historia se complica y se vuelve trágica porque los druidas ignoran que Norma es amante del procónsul romano, Pollione, quien por lo demás, absolutamente desleal, la engaña con una sacerdotisa más joven, Adalgisa. Si ahí quedara la infidelidad sería luna simple anécdota. Pero no es así: el final es tremendo, ya que Norma y Pollione son llevados a la hoguera.
¿Qué tiene que ver Norma con Claudia Sheinbaum?
El aria Casta Diva, según un especialista, representa “un ritual para humanos sedientos de respuestas”, en el que la suma sacerdotisa se comunica con lo femenino simbolizado por la luna, que es “la reina de los misterios de la noche”.
Pienso que en Casta diva hay una frase de Norma que debería guiar a cualquier persona con responsabilidades de gobierno en sociedades en las que abunda gente influyente que llama a la guerra de exterminio, como la mexicana hoy en día: “¡Sucumbirá! Puedo castigarlo, pero mi corazón castigarlo no sabe”.
¿Exageré al decir que en México hay personas influyentes que llaman a la guerra de exterminio? No he exagerado, por supuesto que no. Así lo expresé porque es la verdad. Pienso en los y las radicales de la izquierda electoral victoriosa que en vez de sugerir grandeza de espíritu en el triunfo, exigen a la presidenta Sheinbaum destruir a la gente derrotada y a las instituciones que suponen siempre apoyaron a “la derecha”, como la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que en el peor de los casos no cayó en actos de traición, sino en actuaciones consecuentes con la ideología de quienes la integran, y en el mejor de los casos nada más en la aplicación de la Constitución según la interprete cada jurista.
La insistencia de tanta gente poderosa en una reforma del poder judicial evidentemente dañina para el principio de la división de poderes —sin el cual no puede haber democracia plena—, la interpreto como un ruego a las divinidades para que Claudia no vacile en utilizar su fuerza en la tarea de aniquilar lo que no coincide con el proyecto de izquierda:
“Con tu aura profética,
oh dios terrible, inspira a Claudia;
infúndele, oh Irminsul,
ira y odio contra quienes son distintos,
sentimientos que acaben
Claudia, como Norma, sabe que políticamente sucumbirá quien ella decida —muchos millones de votos le dieron tan enorme poder—, y seguramente ya está consciente de que puede castigar a quien se le antoje… Pero ojalá, como Norma, concluya que su corazón castigar no sabe. La presidenta deberá gobernar, no castigar: los correctivos son asunto de agentes del ministerio público y de las personas juzgadoras. La titular del poder ejecutivo tiene que situarse mucho más allá de eso.
Suplico a la presidenta Sheinbaum darse tiempo y escuchar Casta Diva, de preferencia interpretada por Maria Callas —o en la versión de cualquiera otra cantante—, y se inspire de esa manera para jamás olvidar que lo ético radica en priorizar la magnanimidad sobre la vendetta.
Querida presidenta Sheinbaum: Estoy seguro de que tu alma de luchadora social desde muy joven, tu espíritu de mujer que ha sufrido la injusticia de participar en movimientos aplastados por los poderes fácticos, conoce el valor y la importancia de las minorías. Aunque lo reclamen en todos los tonos quienes más mareados están por el éxito de Morena en el proceso electoral 2024, nadie en el Mexico que dirigirás debe ir a la hoguera política. Todas las personas y todas las instituciones tienen algo que aportar y todas tienen derechos que la mayoría debe respetar.
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Columna de Federico Arreola en SDP Noticias
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