Por los municipios

La Revolución Mexicana ignoró a la mujer y la encasilló como soldadera

Leticia Montagner

Leticia Montagner

La Revolución Mexicana de 1910 no le ha hecho justicia a la mujer, ya que la historia, además de los corridos, cuentos, relatos, novelas y películas solamente hablan de soldaderas, de Valentinas y Adelitas. Su papel en la gesta ha sido demeritado y se le ha encasillado como una simple acompañante.

La participación de mujeres, auténticas guerreras como la poblana Carmen Serdán permanece oculta tras el encasillamiento o arquetipo de la soldadera.

Dentro de los innumerables mitos y estereotipos que se desprenden de la cultura mexicana y sus normas femeninas, la mujer combatiente revolucionaria ha sido oscurecida mediante un proceso en el que cobra vida en Adelitas y Valentinas y que funciona exclusivamente para todo tipo de acción femenina en el campo de batalla, pero no como heroínas y guerreras.

Existen numerosas representaciones de caudillos como Francisco I. Madero, Pancho Villa, Emiliano Zapata, Venustiano Carranza y un largo etcétera, que también incluye a Porfirio Díaz, pero la participación de la mujer es casi invisible debido al arquetipo, erróneamente empleado, como una acompañante del soldado.

Las mujeres servían a los soldados en diferentes maneras como hacer la comida, recargar las armas, no recibían un sueldo regular. Ese fue el estereotipo, así lo señaló la académica María Teresa Martínez Ortiz de la Universidad Estatal de Kansas.

Como personaje femenino, está presente en el trasfondo de la mayoría de las novelas de la Revolución Mexicana, un género tradicionalmente dominado por hombres durante la primera mitad del siglo XX, con excepciones como Cartucho de Nellie Campobello y Yo también Adelita de Consuelo Delgado.

Lo mismo pasa en el cine con la obra maestra de Fernando de Fuentes, El Compadre Mendoza y las películas El Prisionero 13 y ¡Vámonos con Pancho Villa! cuyos méritos estéticos no se basan en la representación de personajes femeninos.

Subsecuentemente en el cine, no sólo el arquetipo de la soldadera sino también la misma Revolución Mexicana se vuelve un tema recurrente pero solamente para funcionar como telón de fondo patriótico nacionalista de comedias rancheras y otras narrativas absurdas.

El gran ejemplo es la poblana Carmen Serdán y su Liga Femenil Luz y Progreso, cuya historia ha sido tratada superficialmente. Hay múltiples relatos inexplorados de destacadas mujeres que abonaron el camino de la Revolución Mexicana, como la duranguense Juana Belén Gutiérrez de Mendoza, fundadora del semanario Vesper en 1901.

De acuerdo a Vicente Mendoza en El Corrido Mexicano, se originó en España en el siglo XVIII; en México es una composición musical popular que ofrece una historia contada de manera poética, dividido en tres partes, saludo, historia y moraleja.

Antes de la comunicación masiva, el corrido servía en México como información y educación. Durante la Guerra de Independencia y la Revolución Mexicana, el corrido se desarrolló y adquirió dimensiones épicas.

Según María Herrera Sobek, historiadora de la Universidad de California, son raros aquellos cantares que dan cuenta de la mujer combatiente. En películas aparecen como anónimas. La letra de los corridos más famosos como La Adelita y La Valentina, muestran a la mujer lejos de toda acción violenta.

El 20 de noviembre cuando se celebra el 111 aniversario del inicio de la Revolución Mexicana. Ojalá estas reflexiones sean un llamado a los historiadores, a profundizar el papel de la mujer en el movimiento revolucionario de nuestro país.

El Gobierno Federal de Andrés Manuel López Obrador tiene en sus manos la dignificación de la mujer en base a la historia. De estos días de febrero a noviembre, faltan nueve meses, suficientes para dar a luz, el papel de la mujer en el movimiento revolucionario.

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