Los padecimientos recurrentes en jóvenes entre 10 y 19 años son trastorno de ansiedad, conducta suicida, déficit de atención, uso de sustancias y depresión
México.- México, con alrededor de 130 millones de habitantes, cuenta con 39 millones de personas de menos de 18 años; 22 millones son adolescentes entre 10 y 19 años; sin embargo, en una realidad cada vez más compleja, hacen falta especialistas en salud mental para ese sector de la población, aseguró Fernando Wagner, académico de la Universidad de Maryland.
En el Seminario Internacional de Investigación en Convivencia en Instituciones Educativas: Desafíos, tensiones y temas emergentes, señaló que, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, las condiciones de pobreza, violencia y falta de oportunidades durante la infancia y adolescencia aumentan la probabilidad de desarrollar ese tipo de trastornos, que producen grandes costos a las familias.
Por tanto, es urgente la atención de los requerimientos de esos sectores de la población, añadió durante la sesión 6 del Seminario, cuyo tema fue “Salud mental en la comunidad escolar: la convivencia como eje promotor”, y estuvo bajo la responsabilidad académica de Erika Rivero Espinosa, del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias de la UNAM.
Fernando Wagner alertó que hay pocas unidades de hospitalización psiquiátrica en los hospitales generales, así como servicios específicos para niños y adolescentes. Además, el acceso a los mismos es limitado debido a la centralización del sistema de atención en las grandes ciudades.
Se estima que alrededor del 12 % de los mexicanos entre 10 y 19 años (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, UNICEF, 2019) se encuentran afectados por uno o más problemas de salud mental, refirió; los más recurrentes son trastorno de ansiedad, déficit de atención, depresión, uso de sustancias y conducta suicida.
Edith Hermosillo de la Torre, profesora e investigadora de la Universidad Autónoma de Aguascalientes, recalcó que el suicidio es la quinta causa de muerte en adolescentes de 10 a 19 años en el mundo; 45 mil 800 fallecen por esa causa cada año, de acuerdo con UNICEF (2022).
En México, esa tasa en jóvenes de 15 a 19 aumentó el 114 % entre 2017 y 2022 (Instituto Nacional de Estadística y Geografía, 2018; 2023), lo cual habla de la urgente necesidad de tener intervenciones de salud mental en contextos comunitarios, “donde todos nos involucremos”, y prevenir el fenómeno.
La terapia dialéctica conductual (DBT) ha demostrado eficacia para reducir conductas suicidas; el programa DBT-MXAU, explicó la especialista, es una adaptación cultural para adolescentes mexicanos en entornos escolares urbanos vulnerables.
Al evaluar su efectividad, los resultados muestran que el programa tiene incidencia en la reducción significativa en riesgo suicida bajo y moderado, mejora la reparación emocional y tiene impacto en distintas regiones, aportando evidencia de estrategias preventivas escalables.
Azucena Ochoa Cervantes, profesora de la Facultad de Psicología y Educación de la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ), afirmó que la Nueva Escuela Mexicana (NEM) tiene como finalidad que la niñez y la juventud puedan ejercer plenamente su derecho a la educación, el cual constituye el principio fundamental de la política educativa nacional.
Ese derecho va más allá del aprendizaje de saberes y conocimientos; debe garantizar el respeto de los estudiantes a la dignidad y el desarrollo efectivo de su bienestar cognitivo, económico, espiritual, ético, cultural y social. Implica la participación en procesos formativos en los que se respeten y promuevan relaciones entre sujetos en un marco de reconocimiento y valoración de la diversidad lingüística, cultural, étnica, de género, etcétera.
El plan de estudio marca que la convivencia tiene como principio la inclusión, donde las escuelas atienden las necesidades de desarrollo de niñas, niños y adolescentes en todos los ámbitos, y que se teje en el espacio educativo y la comunidad.
El derecho a la educación implica también el de una vida saludable, con especial énfasis en la salud mental, con el desarrollo de habilidades sociales, psicológicas, emocionales y afectivas.
Pamela Garbus, también profesora e investigadora de la Facultad de Psicología y Educación de la UAQ, comentó que la dimensión de lo comunitario puede ser visibilizado y utilizado en el mejor sentido del término para potenciar lo que la escuela sí puede hacer.
A través de la salud mental comunitaria se intenta convertir a la comunidad misma en un factor y actor protector y terapéutico. Esta perspectiva implica asumir colectivamente la responsabilidad por lo que genera un daño, y las tareas necesarias para la reparación o minimizar los padecimientos subjetivos que enfrentan niñas, niños y adolescentes.
Implica, entre otros aspectos, trabajar en el establecimiento de redes de apoyo, de nuevos lazos sociales y familiares para los sujetos e instituciones, concluyó en la sesión moderada por Cecilia Fierro Evans, académica de la Escuela Nacional de Estudios Superiores, Unidad León, de la UNAM.
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