Del Reportero

Harvard dice NO, a Trump

Fernando Alberto Crisanto

Fernando Alberto Crisanto

Por más poderoso que sea el gobernante, hay resistencias notables y Donald Trump enfrenta una muy seria y consecuente.

Con el título “Harvard dice no al acoso de Trump” el diario español El País publicó en su editorial de ayer que “el rechazo de la universidad a las coacciones de la Casa Blanca es un ejemplo de dignidad, necesario para superar el estado de conmoción”.

Resulta que la universidad de Harvard, la más famosa y calificada de Estados Unidos, rechazó una lista de exigencias del gobierno de Donald Trump que ponían a la institución al servicio de la agenda ideológica conservadora que hoy gobierna Estados Unidos.

“La universidad trató en un principio de negociar con la Administración cambios en la gestión de las manifestaciones en los campus para combatir el supuesto antisemitismo violento que los republicanos ven en las protestas de estudiantes contra Israel por la guerra de Gaza. El Gobierno amenazaba con “revisar” 9.000 millones de fondos federales”.

Muy al estilo actual de la Casa Blanca apareció una nueva lista de demandas que dejó claro que buscaba a cambio de su dinero prácticamente intervenir la forma en que Harvard selecciona a sus profesores y alumnos, y establecer la moral de toda la vida universitaria.

“El presidente de Harvard, Alan Garber, se negó en una carta pública. Cientos de profesores y alumnos habían pedido por escrito a la universidad que no cediera ante Trump. La respuesta inmediata de la Casa Blanca fue congelar 2.200 millones de dólares en fondos para Harvard y cancelar contratos con la universidad por valor de 60 millones. Harvard no ha cambiado su posición”, eso es resistir con dignidad, no todo es dinero.

Después de tres meses de la toma de posesión de Donald Trump como presidente y la Casa Blanca trata de ocupar todos los espacios de poder que puede —político, económico, social y hasta cultural— para someterlos a su visión conservadora de Estados Unidos.

Para esta operación de imposición de su voluntad con amenazas y terror a gran escala “es fundamental actuar con virulencia y rapidez, crear la sensación de inevitabilidad, infundir el miedo en los posibles focos de resistencia, como las universidades, los bufetes de abogados o la prensa, y mantener a la sociedad en un estado de conmoción que le impida responder durante el mayor tiempo posible”.

Así cada retirada es territorio conquistado. Por eso es una extraordinaria noticia que una institución del prestigio de Harvard, con casi 400 años de historia, se coloque como ejemplo de que se puede decir no a este abuso y, como mínimo, no aceptar lo que está ocurriendo.

“Harvard ingresó 6.500 millones de dólares el año pasado. Dispone de 53.200 millones de fondo de reserva. Difícilmente puede Trump dañar el prestigio mundial de una institución con 162 premios Nobel (algunos actualmente en su claustro), y que solo el año pasado invirtió más de 500 millones de sus propios fondos en investigación y produjo 155 patentes.

“La dirección de la universidad parece ser consciente de que le hacía más daño ser vista como sumisa a un Gobierno radical que pasar cuatro años de frío financiero, si llegara el caso” explica el editorial de El País.

La de Donald Trump no es la primera administración que trata de condicionar los programas de las universidades que reciben fondos federales. El financiamiento público hace inevitable esa tensión. “Pero sí es la primera vez que el Ejecutivo actúa descaradamente con la intención de ejecutar lo que, a todas luces, es una purga ideológica en los campus a través de la intimidación con excusas falaces”, añadió.

La gestión de Donald Trump pasará.

“Dentro de cuatro años, Harvard seguirá ahí, como todas las demás instituciones públicas y privadas que un presidente con una pulsión autoritaria evidente está intentando someter a su errática y vengativa voluntad. Sin renunciar a encontrar un punto de acuerdo, Harvard debe mantenerse firme en este ejemplo tan valioso. Su decisión puede ser recordada como el momento en el que la sociedad civil comenzó a salir del estado de aturdimiento para defenderse del abuso de su Gobierno”, remata el editorial.

Ahora, hay una esperanza de que la voluntad de un poderoso presidente y de su partido, que domina el Congreso, no es todo, y la sociedad, no la oposición, resiste a sus caprichos e imposiciones.


De las anécdotas que se cuentan

Al más puro estilo del presidente Donald Trump, funcionarios de su administración aceptaron que la carta enviada a la Universidad de Harvard, el pasado 11 de abril, con una lista de férreas exigencias de la Casa Blanca, fue “un error”, que desató una ríspida confrontación, entre la institución y el mandatario.

La carta enviada por el grupo de trabajo de la Casa Blanca sobre antisemitismo a Harvard, "no debió ser enviada y no estaba autorizada", dijeron funcionarios al The New York Times. Creían que su propósito era distribuirla entre los miembros del grupo de trabajo en lugar de enviarla a Harvard.

En el documento de cinco páginas, se acusa a Harvard de no estar "a la altura de las condiciones intelectuales y de derechos civiles que justifican la inversión federal". Se exige que cambie su estructura de Gobierno; revise sus políticas de admisión; se le pide someterse a una auditoría externa de la facultad de Medicina, la Escuela de Salud Pública, la Escuela de Teología y varios otros programas que tienen “antecedentes atroces de antisemitismo u otros prejuicios”.

Le pide renovar los procedimientos disciplinarios de los estudiantes; “poner fin al apoyo” y retirar el reconocimiento universitario a varios grupos estudiantiles pro palestinos y al Gremio Nacional de Abogados, y comprometerse a un proceso de reforma durante el que la universidad presentaría informes trimestrales sobre su cumplimiento a las exigencias del Gobierno.

La carta sugiere que si la universidad no cumplía perdería su financiamiento federal, un recorte que ya se está dando.

“Fue una negligencia por parte de los abogados de Harvard no llamar a los miembros del grupo de trabajo sobre antisemitismo con quienes habían estado hablando durante semanas. En cambio, Harvard emprendió una campaña de victimización”, lamentó May Mailman, principal estratega política de la Casa Blanca al Times.

Ahora, Washington dice que declaró la guerra a la Universidad de Harvard por error.

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clh

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